Second Instant-Final

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Dos años después

―Henry, no puedes subirte encima de Lola. ¡Es un perro, no un caballo!

Desde la cocina, Regina gritó mientras intentaba preparar unos macarrones, cosa que le estaba resultando difícil, teniendo en cuenta que debía vigilar a su hijo de cinco años y medio que corría como un loco por toda la casa, y sujetar en los brazos a un bebé de nueve meses.

―¿Qué pasa, Hope?―preguntó Regina suavemente cuando la pequeña comenzó a llorar ―¿Echas de menos a tu otra mamá, hum? ¡Mira, los macarrones ya están!

Regina apagó el fuego y sujetó a la hija con los dos brazos, sonriendo y jugando con ella, que enseguida se echó a reír.

―Mamá está trabajando hoy, mi amor. Muchas y muchas reuniones con la tía Milah y el tío Gold―colocó al bebé sobre la encimera de la cocina y le apretó su pequeña naricita.

Regina escuchó ruido de llaves y enseguida el ladrido alto y ronco de Lola. Menos de un minuto después, Emma apareció apoyada en el marco de la puerta de la cocina con un niño de cinco años agarrado a sus piernas y una perra saltando y pidiendo cariño. Swan llevaba puesto unos vaqueros negros, un suéter rojo y en sus pies unos tenis también negros.

Emma sonrió a su esposa y esta se la devolvió.

―¡Qué bien que has llegado!―dijo Regina acercándose a ella y poniéndole en los brazos a la bebé ―Los tres son toditos tuyos. Yo necesito preparar mis clases de mañana.

―Te he echado de menos―Emma agarró a Regina por la muñeca cuando ella intentó salir de la cocina y la rodeó con uno de sus brazos, dado que con el otro agarraba un paquetito de amor de siete kilos y medio.

―Solo has estado fuera unas cinco horas―sonrió y depositó un beso en los labios de Emma ―¿Cómo fue la reunión? ¿Todo arreglado para la publicación de Segundo instante?

―Más que bien. Todos los que han leído El precio de lo prohibido están muy ansiosos por la continuación. Por leer nuestra continuación―Emma posó su mirada sobre Hope, Henry, Lola, respectivamente, y por fin, en Regina, que sonría con la mirada.

―Incluso yo. No me has dejado leer nada todavía.

Emma reviró los ojos y rió.

―Mañana mismo podrás leerlo. Pero, ya sabes, tú has vivido lo que he escrito. Viviste nuestra boda, nuestra luna de miel, el día en que trajimos a Henry del orfanato a casa y el día en que adoptamos a Hope―acarició los cabellos castaños del pequeño en sus piernas y besó el rostro de su hija ―Nosotras dos hemos vivido el Segundo instante.

―Y no podría estar más agradecida por eso―sonrió y besó de nuevo a la mujer, haciéndole sonreír entre beso y beso.

Algunos meses después de regresar de París, cuando Regina consiguió un empleo fijo en dos escuelas de enseñanza media, donde daba clases de español y de inglés, Emma y Regina decidieron que era hora de comenzar a construir su propia familia. Comenzaron con el papeleo para adoptar a Henry, que estaba a punto de cumplir cinco años cuando recibió la noticia de que le llevarían a un hogar de verdad, y el trámite no tardó mucho, y las mujeres se llevaron al niño a casa el mismo día en que cumplía cinco años. Vivieron felices aproximadamente un año cuando decidieron que les gustaría aumentar la familia, entonces entraron en contacto con una agencia de adopciones y se entrevistaron con muchas mujeres embarazadas que no tenían condiciones de criar a sus bebés, y encontraron a una mujer que estaba embarazada de seis meses de su futura-ahora actual-hija, Hope.

Emma, inspirada en su tan soñada vida, que ahora vivía al lado de una mujer increíble, de dos niños perfectos y una perrita cariñosa, decidió escribir la continuación de su primer y único libro, al que tituló Segundo instante, donde contaba todos los cambios y segundas oportunidades que la vida les había dado a Petra y Colleen.

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