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Dicen que hay experiencias que te marcan para siempre, que definen un antes y después en nuestra vida y nuestros pensamientos, incluso que afectan nuestra personalidad y no podría estar mas de acuerdo.

Tenía 5 años cuando pasó la historia que estoy a punto de relatarles, mi madre, Lluvia, trabajaba turnos muy largos para poder pagar todas las deudas de la familia, al igual que mi padre, preocupada de que estuviéramos mucho tiempo a solas, mi madre decidió llevarnos a mi hermana mayor Brisa y a mí con una amiga y vecina suya de nombre Clara para que nos cuidara mientras terminaban sus jornadas laborales.

La señora Clara era una mujer que vivía a una cuadra de mi casa, era un poco bajita y delgada, de largo cabello negro y tez blanca, recuerdo que tenía dos hijas de mi edad con las que solía jugar a las muñecas mientras su madre nos hacía de comer.

Ese día hacía un calor infernal, aún más del que normalmente hay en Frontera, así que la señora Clara sugirió la idea de ir de paseo, ¿Por qué no? En su momento parecía una excelente idea para librarnos un poco del calor así que preparamos todo lo necesario y emprendimos camino.

¿A dónde? No podría decir a ciencia cierta, solo puedo recordar que el camino fue largo, tardamos alrededor de 3 horas en llegar, en algún momento la carretera terminó y la urbanización quedó atrás, todo se volvió verde, nos rodearon miles de árboles grandes y frondosos, el aire se sentía más fresco, asomé mi cabeza por la ventana y percibí el aire limpio en mi rostro, mi cabello volaba con el viento, simplemente estaba maravillada.

Bajamos del vehículo y caminamos cargando mochilas, hieleras con comida y algunos refrigerios, después de caminar por alrededor de 10 minutos llegamos a una enorme cascada, con el agua más cristalina que había visto en mi corta vida y un camino de piedras que se perdía al interior de la majestuosa cascada, en la parte de arriba había unas rocas en donde podías sentarte para tomar el sol o solo descansar, estaba asombrada, enamorada y hasta cierto punto intimidada por el escenario que posaba frente a mis ojos.

Decidimos hacer una excursión para conocer el lugar y comenzamos por el caminito de piedras, la señora Clara al verme tan asustada tomó mi pequeña mano para que me sintiera más segura y comenzó la aventura.

Iba contemplando todo a mi alrededor, realmente nunca había visto tantos árboles, tan grandes y tan verdes, de fondo se escuchaba el cantar de los pájaros, tanta era mi fascinación y distracción que pisé mal en la piedra, ocasionando que mi pie resbalara y cayera al agua, comencé a tener un ataque de pánico al sentir como el agua llenaba mis pulmones poco a poco, comencé a toser y fue una sensación horrible, como si tuviera fuego en mi garganta, mi vista comenzó a nublarse y todo se vio obscuro a mi alrededor , he de admitir que estaba muy asustada, no sabía que hacer, estaba desesperada, quería moverme y salir a la superficie pero mis intentos eran inútiles, llegó un punto en donde solo decidí dejar de luchar y quedé inconsciente.

Cuando desperté ya estábamos en casa, mi cabeza dolía y pensé que solo había tenido una pesadilla, giré mi rostro y vi a mi hermana con la cara y los ojos rojos, ella es de tez clara así que no necesitaba ser un genio para descubrir que estaba llorando, entré en pánico al no encontrar a mi madre por ningún lado, justo en ese momento entró a la habitación, al momento de ver a mi madre y su cara de preocupación descubrí que en realidad no había sido una pesadilla, era el mundo real y estuve a punto de morir, la señora Clara me miró y se disculpó con la mirada, sus ojos transmitían angustia y arrepentimiento, la comprendo, yo estaría igual si estuviera en una situación similar.

Después de ese accidente mi madre estuvo muy pensativa y me observaba más de la cuenta , un día me preguntó:

- “¿Estás bien?” No comprendía la pregunta así que solo me limite a asentir, ella siguió observándome por un lapso de tiempo muy prolongado, hasta llegar al punto de asustarme, pasaba de mi corto cabello castaño hasta mis ojos, de ahí veía mi pequeña nariz, mis labios y volvía a ver mis ojos, como si estuviera buscando algo en el fondo de ellos.
- “Quiero que vuelvas a ser mi pequeña niña, quiero que vuelva tu sonrisa inocente, esa que me enamoraba cada día, por favor, vuelve pequeña” mientras hablaba su voz comenzó a cortarse y pequeñas lágrimas salían de sus ojos, lo único que podía hacer era mirarla confundida.

“¿Qué está pasando?” esa pregunta rondó por mi cabeza mucho tiempo.
Mientras crecía me volví una niña más seria y reservada, hablaba con muchos monosílabos, tenía pocos amigos y no salía a jugar a menos que fuera con mi hermana mayor.
En 11 años no volvimos a tocar el tema del accidente, un día la curiosidad me ganó, así que me armé de todo el valor posible y le pregunté a mi madre el porque de su actitud a lo que ella respondió:

-“Tal vez no lo entiendas, tampoco espero que lo hagas, eras muy pequeña, pero yo soy tu madre y te conozco más que a nadie en este mundo, después de ese día tu mirada cambió, algo se apagó en tus ojos, se fue ese brillo inocente, ese brillo que tenían tus ojitos cuando veías tu película favorita o cuando jugabas en los árboles pasando de rama en rama, se fue ese brillo que deslumbraba en ti, que te hacía única y tu sonrisa… Tu sonrisa jamás volvió a ser la misma, es como si toda tu inocencia de haya desvanecido, no logro entender ¿que pasó?”

Y para ser sinceros yo tampoco lo entiendo ¿Qué pasó en ese lapso de tiempo en el que estuve fuera de mí? ¿Vi algo que mi mente no recuerda? ¿O por el miedo a lo que vi inconscientemente borré esos recuerdos? No lo sé ¿Algún día tendré la respuesta a esas preguntas? Tampoco lo sé, quiero respuestas, necesito respuestas pero una pequeña parte de mí tiene miedo a lo desconocido, miedo a que no sea lo que yo esperaba o tal vez que sea algo tan complicado que no logré comprender.






Miedo A Lo DesconosidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora