Prefacio

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El Gen Salvaje:
Pandora





Prefacio

Esa noche, Pandora despierta lentamente después de estar horas inconsciente...

El olor a muerte la arranca de su sueño dopado...

Efluvios de alcohol y otros desinfectantes se mezclan con el ferroso y distintivo olor picoso de la sangre.

Un sollozo apenas audible se cuela por sus orejas arrancándola de su letargo por escasos segundos.

Parpadea un par de veces al mismo tipo que una luz intermitente flashea en aquella penumbra, como si el foco que colgaba del techo sobre su cabeza se estuviera balanceando de un extremo al otro de la sala.

—¡Espera...! ¡Espera...!

Un kigeni empieza alloriquear cerca de dónde está ella, aún no logra visualizarlo, pero reconoce su voz, la ha oído mucho los últimos meses.

—¡¿Por qué...?! ¡¿Por qué estás haciendo esto...!?

—Porque puedo — le responde otra voz masculina y arrogante, solo una vez la había escuchado, y como en aquella  ocasión, algo dentro de ella se sacudió al reconocerla.

Terminó de abrir los ojos, todo le daba vueltas y no sentía su cuerpo.

Tenía las manos atadas por encima de su cabeza, y a causa de eso estaba entumecida.

Miró a los dos sujetos que seguían discutiendo a unos cuantos pasos frente a ella.

Uno de ellos, el que estaba de pie, no era un kigeni, era un Animorphe, y era uno muy grande y poderoso. Otro felino igual que ella.

—¡Por favor...! ¡Por favor...! — el otro que si era un kigeni y vestía las típicas batas blancas de doctor, ahora toda manchada de sangre, se arrastraba sobre sus rodillas implorando perdón.

El enorme felino le mostró las garras de las cuales aún escurría la sangre de sus otras víctimas cuyos cuerpos ahora podía ver esparcidos desangrándose por el suelo del quirófano.

—¡Espera...! ¡Espera...! — gritó desesperado — La droga funciona... Mirala... —unos ojos de gato voltearon a mirarla provocándole un estremecimiento que le recorrió  todo el cuerpo, haciendo que las zonas acalambradas comenzaran a hormiguear de nuevo.

—Puedo curarte.

Al oírlo escupir aquella frase tan simple, el felino enfureció y volvió a concentrar toda su atención en el doctor arrodillado frente a él.

—¡YO.NO.ESTOY. ENFERMO. PADRE!— gritó y alargó un rugido con furia que hizo estremecer no solo a Pandora, sino, las paredes y el techo.

Acto seguido. Lo mató a zarpazos.

Desgarró su cuerpo sin contemplaciones, salpicando de sangre el rostro de Pandora en el proceso, junto con algunas partes blandas que debían permanecer dentro de su cuerpo y que acababan de ser lanzadas contra las paredes con violencia.

Los bufidos del felino, le erizaban la piel a la animorphe y gracias a todo lo que le inyectaron no fue capaz de gritar, pero si fue capaz de darse cuenta de lo que le habían hecho.

—¡¿Qué...?! ¡¿Qué fue lo que me hicieron...?! —las cadenas que la mantenían sujeta tintinearon con su exabrupto llamando hacia ella la atención del felino. Quien tras un segundo de meditación, fue hacia ella. Todo él estaba bañado en sangre.


—¡No... No... No...! —Pandora se echó a temblar conforme se fue acercando a ella.

Se movió rápido, sus garras cubiertas de sangre silbaron en el aire cuando se pusieron en acción rompiendo las cadenas que la ataban y cayó impotente al suelo, ya que su cuerpo drogado no le respondía.

Él la cogió en sus brazos, su cuerpo irradiaba calor.

—¡No...! ¡¿Qué...?! ¡¿Qué me hicieron...?! —la animorphe estaba en shock contemplando lo poco que podía ver de su cuerpo.

—Tranquila. No volverán a hacerte daño. Ninguno de ellos —dijo mientras la alzaba en sus brazos y la sacaba de ese matadero —. Ahora, eres mía gatita. Voy a devolverte lo que te quitaron — prometió presionando su cuerpo indefenso contra el suyo. Y ella le creyó.

Y fue lo último que escuchó, sus ojos se abandonaron de nuevo rindiéndose ante la inconsciencia.

Y fue lo último que escuchó, sus ojos se abandonaron de nuevo rindiéndose ante la inconsciencia

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