En la red

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Perdonen por el vocabulario, estoy con el teclado del teléfono y el auto corrector tiene el modo maldad activado. Los corregiré a penas me meta a la computadora.

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El agua se volvía más y más ligera. Las profundidades habían acostumbrado a Frisk a nadar con precausión debido a la falta de luz, por lo que cuando comenzó a notar que las luces se reflectaban en las escamas de su cola celestina brillando cuál joyas, sus ojos se cerraron en un intento desesperado por encontrar la comodidad de la oscuridad.
Desconcertada por la velocidad a la que comenzaba a nadar hacia la superficie, se frenó de súbito al oír algo extraño. Cómo si un montón de burbujas fuesen reventadas violentamente contra algo duro que así mismo como las reventaba las producía en un ciclo veloz pero casi sordo por estar hecho bajo el agua.
Peligrosa sería la palabra adecuada para aquella situación y estúpida sería la otra para describir la decisión que había tomado al venir aquí a media noche.
Pero ella no podía evitarlo.
Los sueños recurrentes sobre extrañas melodías, aromas, colores y esas personalidades diferentes que se acercaban a ella junto con esa calidez que nunca sintió en su piel. Era algo indescriptible. Y debía sentirlo, no importaba que tan precavida fuera su gente, esa leyenda no había detenido a los pocos valientes que se atrevieron a nadar en busca del calor del sol. Las sirenas no salían, estaban protegidas por la mar, por su inexplicable fauna y su exótica flora.

La vida es mejor bajo el agua, Frisk.

Siempre se lo decían, y ella nunca lo puso en duda. Tener una cola no servía de mucho en tierra firme. Salvo para decirle a los monstruos: cómanme, que soy un pez.

Pero Frisk ya no podía detenerse, no desde aquello. No desde la primera vez que tuvo ese sueño y sintió como la llamaba para que fuera a la superficie. Debía saber. Debía conocerlos.

Pese a sus ojos cerrados, Frisk sabía que estaba cerca. Y una vez más repaso esa leyenda que trataba de evitar que la convenciera de volver.

Hace asientos de años, dos tazas gobernaban el mundo; los monstruos y las sirenas. Por mucho tiempo, estos convivieron en paz, hasta que una cruenta guerra se liberó llevando a las sirenas al fondo del mar para ocultarse de los colmillos de los voraces monstruos.

Los monstruos comen peces... Los monstruos no dudarán en comer sirenas, somos un rico manjar para su paladar. Si te ven, te devorarán como a tus ancestros.

Tan pronto como su cabeza salió del agua, Frisk casi gritó del susto. Puso entonces atención a sus alrededores, esperando no toparse con aquello que flotaba por el agua y hacia sonidos extraños bajo de esta. Sea lo que sea era grande, y no deseaba toparse con eso de frente.
Sus ojos se acostumbraron solo un poco, y noto que la noche de las profundidades era mucho más oscura que la de la superficie. Pura lógica, si no tenían sol, pero era interesante tenerlo en cuenta, semejante al medio día de su hogar. Tal vez podría considerarla su hora favorita para salir desde ahora.

Había ruido, mucho más claro que antes. Parecía un chapoteo y música en altura. ¿De dónde provenían?
De pronto, el corazón se le aceleró cuando la melodía comenzaba a hacerse cada vez más familiar para ella. ¡La melodía que había escuchado!
Pero no podía ver nada, el mar y el cielo se pedían en el mismo color.

Frisk sintió como varios peces pequeños se comenzaban a agruparse cerca de ella haciendo torbellinos de escuelas para bailar y comer.

"Disculpa" dijo ella sumergiendo la cabeza en el agua "¿No han visto nada inusual por aquí?"

Los peces negaron en un baile y Frisk no le quedó de otra que seguir buscando por la superficie, por alguna extraña razón, la música no se oía bajo el agua.

Mi pequeña sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora