Capítulo VI

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Esa noche, Alexa la acomodó en la alcoba vacía, y le prestó un camisón negro con encaje rojo entretejido en el escote.

—¡Oh, tengo que llamar a Chris! —exclamó Jane asustada al darse cuenta que no lo había recordado antes.

—¿A las tres de la mañana? Yo no te aconsejaría hacerlo, cariño. No te lo agradecerá si tiene que levantarse temprano para ir al juzgado.

—No —Jane se mordió el labio—. Tal vez tienes razón —luego palideció—. Me pregunto lo que creerá que estoy haciendo...

—Déjalo para mañana —le dijo su amiga y apagó la luz.

Se durmió casi enseguida, pero antes del amanecer despertó sobresaltada con lágrimas en los ojos por el sueño que había tenido. Todavía podía verlos, la cabeza de la mujer levantada, Chris inclinado sobre ella y oyó el murmullo de su voz al decir: «Dios, ya no resisto más»

No sabía con exactitud en qué momento se habían alejado el uno del otro. No dudaba que Chris le había amado un tiempo aunque pertenecían a mundos diferentes y eran opuestos en todo. Chris se ganaba la vida con el cerebro duro y frío; en el juzgado era un adversario peligroso, de lengua cruel y mirada afilada como el acero. Una vez fue a verle trabajar y fue como una pesadilla ver a ese hombre alto con peluca blanca. Le asustó y perturbó. Se dio cuenta que después de eso comenzó a tenerle miedo. Él empezó a hablarle con la voz que usaba en el juzgado, fría y clara y a mirarle con ojos penetrantes. Esa actitud le hizo apartarse de él.

Alexa tenía razón. La pérdida de su hijo fue la gota que derramó el vaso. Chris y ella ya estaban bastante alejados antes de eso.

Sin embargo, hasta la tragedia de su aborto, habían estado en un terreno de igualdad segura... se atraían. Continuaba existiendo parte de su amor. Chris siempre fue un amante apasionado. Cerró los ojos y parpadeó. Hacía mucho tiempo desde la última vez que la tuvo en sus brazos.

Comprendió que ambos se hicieron mucho daño. Chris había tomado su vivaz y extrovertida personalidad y la había cambiado de acuerdo con su mentalidad, pero al hacerlo, destruyó todo lo real y vivo de su persona. Ella se volvió callada y tranquila, hasta que al final se alejó por completo de la vida.
También ella causó daño a Chris. Se dio cuenta de cuando esa mañana oyó el tono angustiado de su voz. Lo había herido sin querer y ahora se sentía invadida por la amargura.

Sólo quedaba algo que hacer al respecto.

—Tengo que divorciarme de él —pensó en voz alta y temblorosa. Cerró los ojos agotada y volvió a dormirse.

Cuando despertó era de día y Alexa le traía una bandeja con el desayuno.

—Té y pan tostado. Me voy a ensayar. ¿Nos veremos más tarde?

—¿Temes que me convierta en huésped permanente de tu cuarto de visitas, ángel?

Usó la palabra cariñosa con ligereza. En un tiempo usaban esos nombres para todo. Cariño, ángel, querida... que no significaban nada y sin embargo estaban llenos de significado.

—Es tuyo mientras lo quieras. Un cambio te haría bien. Tom mencionó algo acerca de una entrevista. ¿Para ti?

—Posiblemente.

—¿Y aceptaste? —Alexa sonrió de oreja a oreja.

—Creo que sí. Cuando me lo dijo estaba un poco indecisa pero fue muy persuasivo.

—Me lo contarás cuando regrese —dijo Alexa mirando el reloj—. Es tarde y Baldy Longword se disgustará conmigo.

—¿El productor? —a Jane le dio envidia. Era una persona respetada en el ambiente artístico—. ¡Qué suerte tienes!

Celos que matan | Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora