Capítulo XXXVII

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     A pesar de todo lo que he hecho, estos hombres siguen obedeciendo mis órdenes. Tal parece que no todo es tan malo. Ya no hay lugar para las dudas o para el remordimiento, es hora de luchar.

     Perla no tiene la más mínima idea, alguien tendría que haberle mencionado que incluso en las cañerías hay cámaras de vigilancia.

     — ¡Bien, escúchenme! —Exclamo en voz alta y toda la compañía de hombres que hay frente a mí se queda en silencio—. ¡Perla Cobby y sus amigos vienen en camino! Pronto llegarán aquí y debemos estar listos. El Jefe les ha dado ya sus instrucciones y yo estaré a cargo. ¡Nada debe fallar!

     — ¿Cómo sabemos que hay que confiar en ti?

     ¿Es que Lutz y Kullier no pueden dejar de hablar al mismo tiempo siempre que abren la boca?

     Las detesto.

     — ¿Les he dado razones para no hacerlo? —les devuelvo.

     Intercambian miradas antes de hablar.

     —Todos aquí sabemos que eres amiga de Perla Cobby —dicen ambas—. ¿Cómo podemos estar seguros de que no nos traicionarás?

     La fulmino con la mirada y al instante, como si fuera una señal, mi Scyther sale de su Pokebola y se posa a mi lado tomando una posición imponente y de ataque. Me cruzo de brazos y las miro con superioridad.

     —El Jefe me ha dejado a cargo de esta misión y ustedes deben obedecer.

     No es que me sienta orgullosa, pero ellas deben obedecerme.

     — ¿Crees que vamos a sentirnos intimidadas al ver a tu ridículo Pokemon? —dicen ellas.

     —Quizá se sientan intimidados todos al saber que yo le he dado poder a Jay Jason para liderar esta misión.

     El Jefe ha decidido hacerse presente. Todos guardan silencio en cuanto lo ven aparecer detrás de mí. Saber que lo tengo tan cerca me provoca escalofríos. De pronto siento que las palmas de mis manos están empapándose en sudor.

     —Perla Cobby y sus amigos llegarán pronto, pero no les permitiremos que salgan con vida de aquí —sigue diciendo, yo no hago más que mantener la mirada firme en el grupo de seguidores que tenemos al frente—. Ya conocen sus instrucciones, a todos ellos los quiero muertos. Pero a Perla Cobby, a esa maldita chiquilla insolente, la quiero con vida. ¡Ahora váyanse! ¡A sus posiciones!

     — ¡Sí, señor!

     Nuestros hombres comienzan a dispersarse, el Jefe sigue de pie detrás de mí.

     — ¿Está seguro de que estamos haciendo lo correcto? —le pregunto, aunque no puedo ver su rostro sé que ha arqueado una ceja esperando que amplíe mi comentario—. Si Perla y sus amigos se dan cuenta de que estamos esperándolos, dudo mucho que se atrevan a llevar a cabo su plan. Escaparán y usted lo sabe.

     —Quizá eso pudieron haberlo hecho hace tiempo —responde él con su voz fría y grave, el escalofrío me recorre de nuevo—. Ya no estamos más en campo abierto, Jason. En otras circunstancias, posiblemente Cobby y sus amigos se habrían ocupado de buscar una posible salida de emergencia. Lamentablemente para ellos, están plenamente conscientes de que no se trata de una situación de la que puedan escapar.

     — ¿Señor?

     —Tanto ellos como nosotros saben que esto está llegando al punto más álgido, Jason.

     — ¿El punto más álgido?

     —Se han buscado esto desde que decidieron retarme. Y voy a darles lo que merecen.

     — ¿Qué es lo que hará con Perla, señor?

     ¿Y desde cuándo me importa lo que pueda pasarle?

     —Ella y yo tenemos una cuenta pendiente.

     Puedo escuchar su sonrisa.

     Creo saber a lo que se refiere… No es un secreto que Perla escapó de sus garras y que es por eso que tuvieron que atender esa herida en su cuello. Ahora el Jefe tiene un vendaje que cubre las suturas, pero sé bien que en cuanto consiga atrapar a Perla… Tomará esa cicatriz como un trofeo de guerra.

     —Tengo un trabajo especial para ti, Jason.

     Me giro finalmente y él saca algo de debajo del saco de color negro que usa. Es una Magnum. ¿Qué pretende que haga?

     Tomo el arma con una mano temblorosa, tan sólo el tocar el mango me provoca un molesto cosquilleo en la mano.

     —Kim Kullier ha modificado las municiones —me explica, al revisar el cartucho me doy cuenta de que solamente tiene tres balas—. Tendrás solamente tres oportunidades, así que no lo desperdicies.

     — ¿Qué es lo que puedo hacer con estas municiones?

     —Las tres fueron modificadas para copiar los efectos del ataque de un Pokemon de Tipo Venenoso. Una vez que hayas disparado, la bala se alojará en el cuerpo de tu víctima…

     —Igual que una bala de fragmentación.

     —Sí. Cuando eso ocurra, los fragmentos de la bala liberarán a su vez una toxina extraída de un Pokemon Venenoso. Los efectos serán rápidos e inmediatos. Cinco minutos será lo máximo que durará la víctima una vez que la bala se haya alojado en el interior de su cuerpo. No importa en qué parte del cuerpo hagas el disparo, la toxina se propagará a través del torrente sanguíneo.

     — ¿A quién quiere que ataque con esto, señor?

     —La ira que causa el deseo de venganza es tu peor enemiga en esta situación, Jason. El fuerte deseo de querer hacer justicia es lo que mueve a esos inútiles. Especialmente a una de ellos, una chiquilla estúpida que daría cualquier cosa con tal de echarte las manos al cuello.

     —Sheryl Crown.

     —Así es. Por increíble que te parezca, es ella quien representa el mayor riesgo para nosotros. Es por eso que debes deshacerte de ella.

     —Quiere que la asesine así como hice con Skyler.

     —Sólo dispara y deja que las balas hagan su trabajo.

     Avanza un paso hacia mí y acaricia mi rostro con una mano áspera de la misma forma que lo haría un amante.

     —Lo harás bien, Jason. Confío en ti, no me decepciones.

     —Jamás, señor.

     Se aleja de mí como si de pronto hubiera dejado de significar algo para él.

     Él tiene razón, puedo hacer esto. Sólo necesito dejar de pensar en los ojos de Skyler.

Pokemon V: La Batalla Contra la EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora