UVED.

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— ¡Voy a casarme!

La pulcra, sincera y eufórica noticia hizo que el dulce ponche de frutas le supiera de lo peor.

A pocas horas de navidad, de compartir regalos y festejar en familia —por que sí, Aomine Daiki consideraba a la Sr. Sakurai una madre más, incluyendo a Momoi en la lista— el impactante anunció que su viejo amigo de preparatoria hizo le arruinó por completó la noche.

Daiki no recordaba exactamente el momento en el cual se enamoró perdidamente del chico castaño; estar con él causaba sensaciones extraordinariamente adictivas en su pecho, un cosquilleo en su estómago y escalofríos. Sakurai Ryo le mostró a admirar el mundo desde su perspectiva, le enseñó que esta bien ser orgulloso pero también que disculparse de vez en cuándo no era malo, tampoco sentir debilidad.

El fue su pilar... y ahora, se lo estaban arrebatando.

Sin poder digerir aún el acontecimiento se giró a su amiga de infancia; Satsuki se mostraba similar a él, claro, con la diferencia del brilló preocupado que iba en dirección a su persona. Detonana tantas cosas, al contrario de sus ojos azules.

Se tragó el nudo en su garganta y respiro hondo antes de redirigir su vista al dueño ingenuo de su corazón.

No estaba preparando para lo que vio.

Los guantes de lana que protegían sus manos del frío estaban en la mesa, y en su dedo anular yacía el objetó que validaba lo que dijo. Mostrándolo con orgullo.

— ¡Mi Ryo se va a casar! —, la primera en salir de su estupor fue la madre del chico, sus ojos llorosos contradecían lo que sus labios daban a entender; ella se alzó de la silla y corrió en dirección a su hijo, murmurando cosas de cuando en cuando. —, estoy tan orgullosa de ti, Ryo.

El abrazó se rompió, y la mujer adulta tomó las mejillas de su heredero.

— ¿Estás seguro de esto, hijo?

Satsuki se mordió su labio con incertidumbre, con el temor de la respuesta que Sakurai dijera.

Todo estaba en sus manos, y él ni siquiera lo sospechaba.

— Nunca en mí vida he estado más seguro que ahora, mamá. —, correspondió su gestó. Cambiando de dirección hacia el moreno. — No he deseado tanto casarme como ahora, por eso... —, se separó de su progenitora y caminó hacía Daiki, y con las manos desnudas sujetó las suyas. —, ... por eso quiero que Daki-san sea quién me llevé al altar.

Las palabras fluidas de Ryo fueron lo último que Aomime alcanzó a tolerar. Sin cuidado se levantó de la silla y alejo con toda la delicadeza las cálidas manos de Sakurai.

Su dolor no podía ser más evidente.

Salió de ahí sin mencionar nada; Momoi, quién era la próxima le otorgó un consuelo no verbal a Sakurai, para luego seguir a su viejo amigo.

Conociéndolo capaz e iría a buscar problemas.

— ¡Dai-chan!

Él la ignoró y siguió andando.

La nube blanca se formaba en su boca cada vez que respiraba, en señal de que su cuerpo poco abrigado perdía a conciencia el calor que emitía. Más no importaba.

Sus zancadas fueron largas e imprevistas, sin un lugar específico o planeado, simplemente andaba, desolado.

— ¡Dai-chan! —, volvió a insistir. Fue entonces, que para sorpresa suya, Aomine giró, deteniendo el caminar de ambos.

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