Erase una vez un hombre llamado Infeliz que a decir verdad lucia muy joven para adoptar siempre una actitud de enojo. En el barrio lo conocían como "el viejo amargado", no podía ver a los niños reírse o a las personas conversar porque inmediatamente creía que se burlaban o hablaban a sus espaldas cosas malas de él, lo que Infeliz no sabía es que el mundo no giraba alrededor suyo, que las personas podían conversar cualquier tema y lo niños reírse de alguna travesura. Los problemas que el hombre tenía en el barrio eran incalculables, siempre reclamaba la mínima situación, no permitía que nadie se le acerque peor aún que le dirigiese la palabra.
Un día doña Ventura, una viejita que se mudó a lado de la casa de Infeliz, se presentó como su nueva vecina, el hombre la ignoro por completo, cerrándole la puerta en la cara. La viejita muy enojada se fue refunfuñando de la mala educación de tal joven. Los vecinos ya le habían informado que mejor no se acerque a casa de Infeliz, en vano no tiene su nombre, le dijeron que era de esos vecinos solitarios, amargados y que todo le molestaba. Doña Ventura no podía creer eso ¿Cómo es posible que dicho joven, apuesto por cierto sea así de cascarrabias? La viejita era una persona de experiencia, de mucho conocimiento y sobre todo percibía cuando algo andaba mal, era de esas personas que ya había recorrido el camino de la vida y la conocía a la perfección.
La insistencia de la viejita por acercarse a su vecino era a diario, ya sea que necesitaba realmente su ayuda o inventaba algo para que él la reciba en su casa. Sin embargo, cada esfuerzo era en vano, el hombre no tenía ni el más mínimo interés de ser amigo de la viejecita. Pero había algo que le llamaba la atención, la manera tan jocosa que alguien de la edad de Dona Ventura podía comportarse, se supone que las personas ya mayores son igual o más amargadas que él. Cuan equivocado estaba. Una vez, de manera increíble, la viejita atasco uno de sus zapatos en una reja de alcantarilla, su poca fuerza no le permitía salir, Infeliz desde su ventana observo lo que sucedía, se quedó unos minutos pensando en que sabe qué y bajo a ayudar, la viejita algo adolorida y asustada le dio las gracias, le dijo "¿sabías que corazón tenemos todos?", el hombre irónicamente le respondió "obviamente, caso contrario seriamos plantas". La viejita entre risas, le dijo claro que tú tienes corazón y todo aquel que tiene corazón, tiene bondad y amor que recibir y ofrecer. El hombre inmediatamente se encerró en su casa.
Otro día que Infeliz estaba en su patio, doña Ventura lo ve y le ofrece tarta de manzana, ni siquiera se la dio en las manos, solo se acercó a una mesa fuera de la casa y le dijo, "espero que disfrutes, no es por nada, pero esta deliciosa". Mientras se alejaba, de reojo vio que Infeliz tomo la tarta y se encerró en su casa. Ese mismo día, justo cuando se escondía el sol, el olor a humo hizo que infeliz se acerque a su ventana, sorprendido vio que un cuarto de la casa de la viejecita estaba ardiendo en llamas. De manera impulsiva, el hombre baja de su casa e irrumpe la puerta de doña Ventura, con algunas sabanas mojadas, logra sacar a la viejita que se encontraba inconsciente por la inhalación de humo. Los bomberos llegaron y lograron apagar el incendio.
La viejita fue atendida inmediatamente por los médicos y pronto fue dada de alta, cuando llego al barrio, todos los vecinos la recibieron con algunos dulces, cosas de hogar y unos abrazos cálidos, de esos que solo la familia sabe dar. La viejita imponente dijo, estos aplausos y abrazos, no me los merezco yo, sino mi héroe, dirigiéndose a Infeliz la viejita le da un fuerte abraso, y en el oído le dice, "conozco tu historia, la muerte de un familiar, cambia la vida de cualquiera y la culpa solo te trae tristeza y amargura", entre lágrimas y risas, Doña Ventura le dice "que tal si cambias tu nombre, me gusta mucho Feliz"