Érase una vez una linda niña llamada Rousse que vivía en la ciudad. Como era muy hacendosa y trabajadora, su casa siempre estaba limpia y ordenada. Cada mañana la decoraba con flores frescas que desprendían un delicioso perfume y siempre reservaba una margarita para su pelo, pues era una niña muy coqueta.
Un día estaba barriendo la entrada y se encontró una reluciente moneda de oro.
– ¡Oh, qué suerte la mía! – exclamó Rousse.
Como era muy presumida y le gustaba ir siempre a la moda a la escuela, se puso a pensar en qué bonito complemento podría invertir ese dinero.
– Uhmmm... ¡Ya sé qué haré! Iré al shopping y compraré un precioso lazo para mi largo cabello y unos zapatitos rosados.
Metió la moneda de oro en su bolso de tela, se puso sus tenis y se fue derechita al shopping. Primero eligió un lazo rojo de seda que realzaba su bonita cara y luego escogió sus zapatos rosados.
– ¡Estoy guapísima! – dijo mirándose al espejo – Me sienta realmente bien.
Regresó a su casita y se sentó en el jardín que daba a la calle principal para que todo el mundo la mirara. Al cabo de un rato, pasó por allí Joaquín quien era un niño muy altanero.
– Hola, Rousse. Hoy estás más guapa que nunca, cuando seamos grandes nos casaremos dijo Joaquín.
– ¿Y por la noche qué harás?
– Rousse no supo que responder.
Poco después, se acercó un niño muy gordito.
– ¡Pero bueno, Rousse! ¿Qué te has hecho hoy que estás tan guapa? Me gustaría que aceptaras ir por un helado...
Todavía no había perdido de vista al gordito cuando se acercó un pequeño niño de campo que siempre había estado enamorado de ella.
– ¡Buenos días, niña guapa! – le dijo – Todos los días estás bella pero hoy... ¡Hoy estás impresionante! Me preguntaba si querrías acompañarme al parque.
Rousse ni siquiera le miró.
– ¡Déjame en paz, anda, que estoy muy ocupada hoy! Además, yo me merezco a alguien más distinguido que tú.
El niño de campo, cabizbajo y con lágrimas en sus pupilas, se alejó por donde había venido.
Calentaba mucho el sol cuando por delante de su jardín, pasó un precioso niño apuesto.
– Hola, Rousse – dijo con una voz tan melosa que parecía un actor de cine – Hoy estás más deslumbrante que nunca y eres la envidia del pueblo. Sería un placer si quisieras salir conmigo. Te trataría como a una reina.
Rousse se ruborizó. Era un niño muy atento realmente guapo ¡Un auténtico galán de los que ya no quedaban!
– Sí, bueno... – dijo haciéndose la interesante –
– ¡Pues contigo yo me he de casar! – gritó la niña emocionada – ¡Anda, pasa, no te quedes ahí! Te invito a tomar un té y un buen pedazo de pastel. Luego de ingresar a la casa la niña se dio cuenta que el niño tan apuesto no era lo que aparento ser y se decepciono.
Rousse se dio cuenta de que había cometido un grave error: se había fijado en las apariencias y había confiado en quien no debía, despreciando al niño del campo que realmente la quería. Agradecida, le abrazó y decidió que él sería un buen amigo.
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PRESUMIDA
FantasyRelata la historia de una niña muy vanidosa que se fijaba en las apariencias menos en los sentimientos de un niño humilde, hasta que un día la vida le dio una lección y supo valorar la verdadera amistad