Invitación lamentable

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Tamara es una buena persona (hasta los huesos) que en su juventud solía gozar de cierta belleza física; un rostro agradable y una sonrisa cariñosa, además de un cuerpo medianamente esbelto. A los 18 años tuvo su primer —y último— novio con quien sostuvo una relación de 7 años. Cuando Gabriel la conoció, todavía no había engordado en epopeyas proporciones, aun no se había transformado en una especie de panzer. Nuestra protagonista jamás se hubiera imaginado —siempre tan cándida y gentil— que su romance acabaría con una invitación.

El imprevisto día para servir de colofón al intenso idilio entre ambos, comenzaría con una inocente cena en la pizzería Valenti's, en la que había sido convidada la mejor amiga de Tamara; una morena guapa y de encantadores y eléctricos ojos café, que casi como faros, transmitían con ímpetu ese resplandeciente marrón claro. Jessie, a como le llamaba Tamara, era todo lo que ella no podía ser; atractiva y descollante en el plano físico, lo cual resultaba evidente puesto que la morocha se dedicaba constantemente a la noble tarea de moldear y esculpir su cuerpo, uno que estaba dotado de seductoras curvas y medidas, obtenidas gracias al ejercicio y hábitos saludables.

—¿Les importa si pedimos una pizza vegetariana? —preguntó Jessica con una cara de culpa.

—¡Ay! No fastidies, a una pizzería no se viene precisamente a comer saludable —respondió contrariada Tamara.

—Podemos pedir mitad pepperoni y mitad vegetariana— intercedió Gabriel.

—Yo quiero que la grasa se desparrame por mi boca —dijo burlonamente Tamara—. Pero está bien, en vista de que la señorita Jessie es prisionera de su conciencia, que sea mitad y mitad.

La velada transcurrió con normalidad, o al menos eso creía la rolliza muchacha, quien lejos de entrever que una conjuración se generaba entre las miradas de Jessie y Gabriel, todo parecía serle bonito. Era una agradable tertulia, una celebración de la amistad y el amor, así lo registraba en sus memorias. No podía conjeturar en aquel entonces, que esta invitación sería el inicio del fin.

Al poco tiempo, Gabriel la dejó. Fue tomada por sorpresa, así como un venado es atacado furtivamente por un tigre. El escándalo para la gordita sonriente fue mayor al enterarse de que la nueva pareja de su ex, resultaba ser la atractiva morena de fogosos ojos café, quien hasta hace poco fuese su mejor amiga: Jessie. En realidad, la seductora compañera se había embarcado en un silencioso complot para hacerse con Gabriel, quien también había sentido una conexión, desde aquel destinado día de pizza. Allí, entre los vegetales y el pepperoni, se caldeó una invisible conspiración, solo perceptible para los dos involucrados, en el instante en que sus miradas se cruzaban.

El tiempo transcurrió, y así como las heridas cicatrizan, el corazón amable de Tamara terminó por sanar. Ya no se preocupaba por quien alguna vez fue su media naranja, su mundo. No se atrevía a dilapidar sus horas en intensas sesiones de culposos interrogatorios en los que siempre salían a colación dolorosas preguntas:

—¿Y si no hubiera invitado a Jessica? ¿Seguiríamos juntos? ¿Fue mi error? Tal vez en otra galaxia o realidad paralela, si tan solo no se hubieran conocido, mi barco del amor no estaría en el fondo del océano, y no sería una sobreviviente del naufragio.

Solitaria y triste, Tamara aprendió a abrazar la vida, se dedicó a cuidar de su madre y nunca más tuvo otra pareja. Sus días transcurrían con relativa calma, siempre concentrados en el ajetreo hogareño y la atención a cualquier necesidad de su señora madre, quien padecía de problemas de salud que le dificultaban las tareas cotidianas. Era una existencia en paz, sin ninguna clase de sobresaltos, aunque muy pronto esto cambiaría... 

Un lunes, muy temprano por la mañana, encontró una misiva contenida en un sobre blanco, con pequeños detalles dorados en los bordes. Al abrir la elegante envoltura, pudo leer en grande: «Invitación a la boda...Gabriel y Jessica». Se trataba de nada menos que la pareja seguidora de Judas, quienes en algún momento fueron su círculo social más próximo y luego resultaron ser profesionales apuñaladores de espalda.  Ahora le invitaban a su boda. ¿Asistiría? 


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