Si soy completamente honesta, estuve pensando en lo poco y nada que estaba preparada para escribirte. Las veces en las que consideraba ponerme a escribir en el cuaderno que lleva memorias tras memorias me rompía el corazón. No podía ni siquiera imaginarme el escribir, en plasmar en tinta lo que había ocurrido.
No estoy lista todavía, si te soy completamente honesta.
De hecho, ahora, en este preciso instante que estoy tecleando esto, siento un hueco en mi estómago y unas infinitas ganas de llorar, pero necesito hacerlo.
Odio hablar de perspectivas y de ponerme a pensar en que, hace un mes todavía estabas aquí, compartiendo imágenes graciosas en Facebook, siendo como tú eras y quizá ya considerando todos los pros y todos los contras.
Odio hablar de perspectivas y de ponerme a pensar en que, hace dos meses estábamos planeando en cómo íbamos a disfrazarnos para nuestra fiesta anual de disfraces.
Odio hablar de perspectivas y de ponerme a pensar en que, la última vez que te vi sería, de hecho, la última vez que te vería. La última vez que te abracé, que reímos juntas, que bailamos, cantamos y contamos nuestros pesares y alegrías en persona.
Yo creo que nadie se podría imaginar que un simple día llegaría un mensaje tan crudo y tan... Doloroso, como aquél que anunciaba que tu ya no estabas más con nosotros.
Nadie se puede imaginar ese tipo de dolor que te sofoca, que te impide respirar y pensar con claridad, hasta que lo vives en carne propia.
Ese dolor sigue conmigo, querida amiga, y duele tanto como el primer día.
Quizá ya puedo respirar con tranquilidad durante los días, quizá ya puedo reír, bromear y ser la persona que soy, pero ese dolor tan sofocante, tan punzante, tan... simplemente tan doloroso, sigue ahí. Sigue ahí en todas esas noches en las que me despierto en medio de la noche con una tristeza infinita porque soñé contigo. Sigue ahí en todos esos momentos en los que me acuerdo de ti con tanta alegría, pero entonces la realidad cae sobre mi como una avalancha de nieve. Sigue ahí en los momentos en el que, en vez de estar ocho amigas, somos siete y una veladora prendida a nuestro costado.
Cuando supe la noticia pasé por todas las fases del duelo, menos la aceptación. No por sonar egoísta y hacer todo esto sobre mí, pero realmente esperaba que me estuvieran jugando una broma, esperaba de todo corazón que fuera un mal chiste que me obligara a ir hasta nuestra ciudad y ahora sí, reunirnos como era debido.
Y en realidad si fui hasta nuestra ciudad, viaje 344 kilómetros para que la realidad me aventara un balde de agua fría.
En realidad si nos reunimos, pero había un asiento vacío y era el tuyo.
La aceptación vino más tarde, ya que vi tu nombre escrito con letras blancas en un pizarrón.
La aceptación vino cuando miré a tu mamá y a tus hermanas entrar por esas puertas, con el corazón destrozado.
La aceptación vino cuando, después de haberlo considerado mucho, entré a aquella habitación repleta de llantos, abracé a las mujeres de tu vida y les dije lo mucho que lo sentía.
Y finalmente, la aceptación vino a mí cuando me paré, me armé de valor y fui a verte. Tan bonita con tu vestido morado que habías usado apenas hacía unas cuantas semanas, pero ahí me di cuenta que ya no eras tu y que debía aceptarlo.
Pero si te soy completamente honesta, todavía no lo acepto.
Hace pocos días fue el día de los inocentes y te juro con todo mi corazón, que a pesar de todo lo que mis ojos vieron aquel día, deseaba con todo lo que mi alma tiene que ese día tu llamaras y dijeras "ha ha, te la creíste we".
Pero no, no fue así.
Lo más saludable para mi sería simplemente decir adiós, pero no puedo.
No puedo, ni quiero.
Se que el duelo eventualmente se esfumará y que tu recuerdo perdurará ahora sin dolor, pero no quiero decirte adiós porque decirte adiós sería decir que no te volveré a ver y quiero pensar en que si lo haré, eventualmente.
Todos acá te extrañamos y te extrañaremos por siempre, o al menos yo lo haré.
Bien dicen que alguien no se da cuenta lo mucho que necesita a una persona en su vida y lo mucho que quieres a esa persona, hasta que la pierdes.
Te extraño como nunca he extrañado.
Te quiero como nunca he querido.
Prometo volver a encontrarte.
-Y.