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—Gustabo, ¿Creés que se detengan pronto?

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—Gustabo, ¿Creés que se detengan pronto?

Su hermano lo abrazó, nuevamente sus padres estaban peleando, era algo que pasaba mucho últimamente. Eso y escuchar a su papá Armando gritando y diciendo malas palabras, cuando normalmente, él era una persona muy tranquila y tolerante, pero no desde hace un tiempo. Eran pequeños pero no podían ignorar las peleas cuando estas sucedían delante de ellos, sabían que las cosas estaban mal, pero sus padres siempre desviaban el tema y les decían que todo estaba perfecto.

—Seguro que sí, Horacio. Espérame aquí, si, voy por galletas y regreso ¿Está bien? —le limpió unas lágrimas.

—No. Gustabo, no, no me dejes. — Lo abrazó más fuerte.

—No te voy a dejar, sólo iré por galletas y regreso.

—Voy contigo —se levantó de la cama.

A Gustabo no le quedó más opción que ceder.

Conforme se acercaban a la cocina se escuchaba más fuerte y clara la discusión que mantenían sus padres, pero intentaron ignorarla, centrándose en su objetivo: las galletas.

—¡Estoy harto Jack! ¿Cuándo te vas a detener? Dime ¿Cuándo nos toque ver tu cadáver? ¿Quieres que nuestros hijos vean eso?

—¡No digas tales tonterías Armando! Sabes que no puedo dejar el CNP —le respondió alzando más la voz.

—Claro que puedes, otra cosa es que no quieres dejarlo. Es que, ni siquiera te estoy pidiendo que dejes el CNP, solo te estoy pidiendo que no tomes riesgos innecesarios —rendido se sentó en el sofá y le dió vueltas a su anillo de matrimonio, observándolo —No sé por qué le das más valor a eso que a tu jodida familia. —Dijo ahora en su tono de voz normal.

—Mi familia es lo más importante, joder, ¿cómo dudas de eso? —dijo sin bajar la voz. Ese comentario lo había herido mucho, pero nunca lo admitiría.

—Lo dudo porque es lo único que demuestras con tus acciones. —El hombre de corbata negó con la cabeza a lo que Armando, ya cansado se volvió a levantar —¡Madura de una jodida vez Jack, tenemos dos hijos! No puedes seguir por la ciudad arriesgando tu jodida vida como si fueses un adolescente.

La discusión hubiese seguido de no ser porque en la cocina se escuchó como algo de vidrio se rompía. De inmediato, Armando y Jack corrieron, encontrándose a sus hijos montados en bancos que a su vez estaban sobre sillas, el frasco con galletas estaba esparcido en el suelo junto con varios trozos de cristales y sus hijos se miraban entre ellos, al suelo y a sus padres.

Armando sintió una opresión en su pecho al ver a sus hijos ahí en un lugar peligroso. Pasó saliva —Gatitos, ¿Qué pasó? —Se acercó con cuidado, esquivando las galletas y los vidrios.

—Papi, queríamos galletas, pero el frasco se me resbaló, p-perdón —dijo Horacio con los ojos llorosos.

—Fue mi culpa, papi, yo no lo sujeté bien, no regañes a Horacio —Los ojos del pequeño Gustabo también se cristalizaron.

To Be So Lonely | ArmanwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora