🍀 {Rodrigo} 🍀

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—¿Te apetece cenar conmigo? —le pregunto, mientras le sirvo una copa de vino blanco.

Después de esta maravillosa tarde de trabajo juntos, me apetece seguir estando con ella. Siempre me apetece, pero hoy quizás especialmente, se ha formado una atmósfera mágica y no quiero romperla.

—Mientras invites o cocines tú, encantada —dice, mientras posa sus labios con dulzura en el borde de la copa y toma un sorbo.

Me enloquece su boca, con esa peca justo encima del labio superior... y me rio, porque me encanta cuando saca ese aire dominante. No es prepotencia, es mucho más sutil. Y, por un momento, me la imagino con una fusta o una tralla en la mano...

Controlo mis díscolos pensamientos, mis deseos oscuros, y la conduzco al comedor. Tengo la cena lista; cuando me contó su nuevo proyecto, y que quería entrevistarme y fotografiarme, intuí que no le apetecería cocinar después. No le gusta cocinar.

Durante la cena, me encuentro contándole media vida, no solo cosas de mi trabajo. Ther sabe escuchar a la perfección, muestra interés sincero y eso me halaga. Nunca soy tan hablador pero me está resultando fácil. Muy fácil. Normalmente es al revés, soy yo quien la escucha, y con placer, porque ella me parece fascinante.

No me doy cuenta de cuan tarde es hasta que comienza a recoger sus cosas y va en busca de su bolso. Me fastidia pensar que ya se ha terminado la velada. Aunque la visión del gran culo de Ther enfundado en esa falda de cuero negro, me nubla el juicio y me hace olvidar el enfado al instante.

¡Joder! Tengo que controlarme o se dará cuenta de cómo estoy... Y no quiero que se vaya.

—¿Hacemos una última copa? —pregunto esperanzado.

Se gira y pone morritos. Se me pone más dura aún, suerte que estoy sentado.

—Bff...—suelta el aire con una media sonrisa—. Es un poco tarde, ¿no?

Miro el reloj, las dos menos cuarto de la madrugada.

—Tampoco tanto, ¿no?

Se ríe. Ya hemos estado en esta situación otras veces, aunque siempre pierdo.

—Rodrigo... eh... necesito descansar...

—Es viernes, eres tu propia jefa y vives muy, muy cerca. En el piso de abajo, concretamente —se ríe y yo intento rematar mi argumentario —. Además, no has terminado todas las fotos que querías hacer...

Pone los ojos en blanco y suspira sin enfado, dejando el bolso dónde estaba.

—Tampoco creo que sea el momento, a no ser que quieras que todas salgan negras...

Me río. Vale, me ha pillado.... Pero sé que si de verdad se hubiese querido marchar, ya estaría fuera. Así que decido apostar un poco más.

—Bueno, pero si te quedas... te sigo contando más cosas.

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