Trenta­ cinque

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"Romper una promesa para no perderse a sí mismo"

Martes 1 de enero de 2019

Massimo

Lo primero que hago en cuanto entro en la casa, es buscar a Fiorella.

La encuentro sobre su cama, leyendo un libro con una paz que le envidio tanto. No me nota cuando recién entro a su habitación, pero en cuanto me ve, su semblante cambia a un ceño fruncido que odio que sea por mi culpa.

—Massimo.

Mi nombre saliendo de sus labios es más un ruego que una simple declaración de que me ha visto. Apenas me doy cuenta de que he dado un paso, cuando ya estoy envolviéndola entre mis brazos. Mi rostro va directamente a esconderse en la curva de su cuello. Aquí es donde quiero estar.

Entro en una clase de trance en el que siento calma. En el que soy capaz de cerrar los ojos por lo menos un instante. Unos pocos segundos en los que me permito olvidar lo que está pasando a mi alrededor. Mientras más la apego contra mi cuerpo, más miedo siento de perderla. Y cuando ella se aparta de mí con tanta insistencia, pienso que ya estoy comenzando a sentirla lejana. No solo por la distancia que está poniendo ahora.

— ¿Qué pasa, Amore?

Ella se cruza de brazos, mirándome con molestia.

— ¿A dónde fuiste?

—Fui a arreglar unos asuntos de la Organización ¿Por qué la pregunta? —exclamo extrañado.

Su nariz se arruga por el evidente enojo, y se cruza de brazos. Parece que está luchando consigo misma. Como si no quisiera decir lo que está pensando en realidad.

—Hueles a perfume de mujer. De otra mujer.

Tan pronto como lo dice es cuando noto la esencia de un perfume dulzón, casi empalagoso y demasiado fuerte, mi desagrado se hace evidente.

—Puedo explicarlo —me apresuro a contestar.

—Bueno, estoy esperando a que lo hagas.

Sin omitir ningún detalle de lo que pasó —solo la parte gráficamente violenta que no necesita saber— le cuento lo que fuimos a hacer y lo que pasó con la mocosa esa. Es impresionante ver cómo el rostro de Fiorella cambia cuando le cuento todo, y al hablarle sobre lo que pasó con la chica, —que ni siquiera quiero o puedo recordar su nombre —, se mueve sobre la cama, completamente irritada.

— ¡Cusca!

Me es imposible no reírme al ver a mi novia de esa manera. Sobre todo porque sé que ha dicho algo en español, que, asumo, es un insulto hacia la chica que se me ha insinuado.

— ¿Y tú de qué te ríes? No creas que estoy muy contenta contigo.

Me callo al instante.

—No te lo conté para que te molestaras.

—Pero ya lo estoy —refunfuña. Cuando rueda los ojos y vuelve a arrugar la nariz, no puedo evitar sonreír de nuevo —. No le veo la gracia, Massimo ¿Qué harías si un tipo se me abalanza de esa manera?

Y así es como la diversión muere para mí. No puedo ni imaginarme lo que acaba de decir porque ya me está ardiendo la sangre. Pongo mis ojos en ella, y le dejo en claro mi desacuerdo.

—No diría nada. Simplemente me aseguraría de que el tipo no viviera para contar lo que hizo.

Fiorella se queda callada por unos momentos, dudando sobre si lo que he dicho va en serio. Y juro por todos los dioses que no bromeo. Me acomodo sobre la cama para acercarme a Fiorella, pero me detiene antes de que pueda moverme más. Sus manos se elevan y me detienen por el pecho.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora