ᴘʀÓʟᴏɢᴏ

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Seguí sin entender porqué estaba allí parado, tomándome del estómago y evitando vomitar al suelo beige o en las paredes multicolor que adornaban el bar. Debía hacer un gran esfuerzo como para ver alrededor y no lanzar lo que había comido antes.

— Entonces — empecé, casi gritando a través de la música pop que pasaban a todo volumen —, ¿debo quedarme aquí unas tres horas hasta que te aburras de bailar?

Jennie me miró como si tuviera que repetirme, obligatoriamente, toda la información y explicación que me había dicho hace unas horas en la escuela. Su musculosa negra llena de lentejuelas la hacía parecer a una de esas Barbies extrañas con anteojos.

— ¡Ya te lo he dicho! — gritó para que la escuchara. La música era tan fuerte que mi garganta y mi pecho parecían retumbar. —. ¡Si no vengo contigo, papá no me dejará venir!

Suspiré y me masajeé la sien, cerrando los ojos por unos segundos y tratando —sin éxito— de tranquilizarme. Jennie era y fue una de mis mejores amigas, desde siempre. Me ayudaba de niño y me ayudaba en estos tiempos con consejos sobre chicas, basados en su experiencia. Sí. Cómo han leído. Sobre chicas. Ella es lesbiana.

— ¡De acuerdo! — respondí entrecerrando los ojos para verla bien. Las luces parpadeantes me estaban cegando por completo. En cuanto parpadeé, pude verla correr hacia la pista de baile, en donde chicos y chicas se estaban toqueteando entre ellos.

Gruñí y me dirigí a la barra. Éste lugar no era para nada cómodo.

Miré a la encargada y me sorprendí un poco. Era una chica parecida a una niña con el pelo rosa teñido y un ojo de cada color. Tenía heterocromía. Eso era algo raro de ver.

Me rasqué la mejilla, disimulando mi sorpresa, y miré a un costado. Volví a mirarla rápidamente al notar a una pareja de chicos gays besándose a mi costado. Me tapé la boca, ahogando una arcada.

— ¿Qué hace un homofóbico como tú en éste lugar? — me preguntó la chica rubia. 

Yo me preguntaba lo mismo, hasta que recordé a Jennie.

— Acompaño a una amiga — Le respondí. Temblé un poco al escuchar a los gays hablándose entre sí con palabras bonitas. Miré a la chica, suplicante —. ¿Puedes darme algo para no vomitar?

— No tengo pastillas, solo tragos.

— ¡Un trago, entonces! — pedí, un poco rápido. Me arrepentí al poner un poco de desesperación en mi tono. Aunque, vamos. Necesitaba algo. No quería arruinarle la noche a Jennie, y menos desmayarme en este tipo de lugar.

Ella asintió, como si estuviera acostumbrada a tipos como yo, y preparó alguna especie de bebida colorida con hielo. La había puesto en un vaso largo. Los colores azules y rosas del líquido me hicieron entrar en duda, puesto que, ni siquiera me había preguntado la edad. ¿Tenía que estar feliz por parecer mayor de lo que era?

Nah, no debía darle importancia. No era la primera vez que Jennie venía a lugares donde personas menores de edad bebían o... trabajaban como bartender.

Al terminar me lo extendió diciendo algo que no entendí y se fue a atender a otros clientes.

Bebí del sorbete y parpadeé al notar lo sabrosa y dulce que era. Entonces, supe que era la noche de arrepentimiento, ya que también me arrepentía de haberla tomado rápido. Quería más. Y aún no estaba ebrio, al parecer.

— Es adictiva — Me advirtió la chica al preparar el segundo caso para mí.

Me encogí los hombros y seguí tomando. ¡Era extremadamente delicioso! No es que me gustara el alcohol, la verdad. Pero eso era... como una mezcla entre jugo de frutillas y naranja.

Cᴏᴍᴏ Dᴇᴊᴀʀ Dᴇ Sᴇʀ Hᴏᴍᴏғᴏ́ʙɪᴄᴏ Eɴ Cɪɴᴄᴏ Bᴇsᴏs [ˢᴼᴼᴶᵁᴺ/ʸᵉᵒⁿᵇⁱⁿ]  [ʲᵉⁿˡⁱˢᵃ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora