Prefacio...

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Con su espalda apoyada sobre una de las tantas solitarias paredes del navío y con sus piernas extendidas con indiferencia de si éstas eran la causa del desplome de algún desafortunado pasajero, Cloe mantenía su vista pegada a su reciente y último libro abierto. Concentrada en los grafemas de las páginas, no notó que el castaño se sentaba discretamente a su lado, preguntándose cuál sería la mejor manera de llamar su atención sin causar en ella aquellos inesperados arranques de molestia.

— ¿Qué lees?—preguntó Timothée, con voz cuidadosa.

Notó un pequeño temblor de sorpresa en el cuerpo de la chica, sin embargo ésta no osó siquiera despegar sus ojos del libro entre sus manos.

— ¿No te cansas de preguntar siempre lo mismo?—resopló, con indiferencia.

—No realmente, porque siempre estás leyendo algo distinto.

Cloe no contaba con que aquella simple respuesta de parte de Timothée le haría apartar sus ojos instintivamente de las blanquecinas páginas para fijarlos en él, delatando tenuemente su creciente interés por el chico, y es que hasta ese momento no creía que él pudiese interesarse de verdad por lo que ella leía. Se encontró con sus ojos fijos en el horizonte contemplando lo que de forma inesperada estaba siendo el atardecer de aquel caluroso día; fue así como se percató que en la mirada perdida del muchacho se escondía una humildad que expresaba que estaba dispuesto a soportar cualquier eventual pesadez de su parte. Así que con el corazón un poco más blando, Cloe optó por permanecer en silencio mientras veía cómo el arrebol de las nubes se reflejaba en el rostro adolescente de su acompañante.

— ¿No me ahuyentarás?—curioseó Timothée, justo cuando el océano cubría por completo la luz inmediata del sol.

Cloe tardó unos segundos en responder.

—Es el atardecer, Timothée. Probablemente una de las pocas cosas positivas del condenado verano en Europa. No lo desaprovecharé dirigiéndote palabras ineficaces.

El castaño soltó una leve risita que por primera vez Cloe sintió que era genuinamente para ella, pero desistió de decir cualquier cosa que para él pudiese significar una apertura a su misterioso mundo, porque su orgullo era tan grande, que no podía aceptar que se sentía fastidiosamente cautivada por un chico con una personalidad y una vida tan increíblemente distinta a la de ella. 

 

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Bueno, bueno, bueno. Una locura. Me llegó una idea para esta nueva nove (gatillada por mi evidente insomnio) y me quiero aventurar a ver si a alguien le gusta. Dependiendo de los votos y comentarios veré si hay motivación y en ese caso, la seguiré. 

Abrazos y si les gusta háganmelo saber :) 

Extraños en el océano - Timothée Chalamet ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora