Capítulo IV || El Rey Cobarde

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KARLO


—¡Mierda! —Exclamó Karlo mientras que, de un golpe a la mesa arrojó las estatuillas del mapa de guerra. Sus generales estaban asustados. El hombre entonces se dirigió a su copero y le dio un fuerte puñetazo en el rostro rompiéndole la nariz. Karlo dio un gran gruñido. —¡Se suponía que la batalla la teníamos que ganar! Ahora todos pensarán que soy débil.

     —Una retirada no es una derrota, es una escala técnica. —Había dicho su débil cuñado Enrico Casteglio. El hombre tomó las piezas que habían caído al pasto de la tienda de mando y las volvió a colocar sobre el mapa de guerra. —Necesitamos re-configurar nuestra estrategia antes de volver a la guerra.

     Karlo siempre había visto al esposo de Gálica como un hombre sumamente débil. Enrico era un cerebrito muy religioso, pero nada más. Carecía de la fuerza en sus brazos o en su espalda para poder ser un guerrero. Era un hombre de palabras no de acción. Y Karlo no podía respetarle por eso. Sin embargo, estaba varado con él. Sin el oro que él el gastaba en el ejército Karlo no hubiese podido traer más condes a su mando. Los Stahlander eran hombres que seguían al más fuerte y Karlo era fuerte, pero la retirada de Enrico lo había hecho parecer débil.

     —¿Dónde están estos mercenarios que pagaste? —Le preguntó Karlo a Enrico.

     —Debían de haber llegado días atrás. —Respondió Enrico.

     —Nos traicionaron de seguro. —Dijo Karlo. —Es tu culpa por confiar en esos extranjeros.

     —La orden de Aihri no rompen contrato tan fácilmente. Algo debió de haberles pasado en la tormenta. —Respondió Enrico. —Tenemos que pensar en una nueva estrategia.

     Karlo tomó entonces la jarra de vino y se la bebió de un jalón. Después arrojó la jarra al suelo.

     —Sí. —dijo Karlo respirando agitadamente por haberse bebido de un jalón el vino. —No podemos permitir otro Grünesfeld, entonces Rottenbaum —Karlo entonces apuntó con su dedo sobre la pradera que se hallaba al norte rodeada de un espeso bosque.

     —Pero es territorio boscoso y quedaremos acorralados —Dijo Enrico.

     —Así es, podremos chocar ejército contra ejército, podremos pelear para ver quién es el más fuerte. Nuestros guerreros pelearán tres veces con más fuerza si se sienten en peligro. —Dijo Karlo.

     —No tenemos los suficientes hombres para poder enfrentarlos, debemos ser más listos, sin los condotieros... perdimos una tercera parte del ejército durante la batalla anterior. Necesitamos elegir con cuidado el terreno, uno en el que nuestras tropas tengan la ventaja sobre el ejercito del enemigo.

     —Bueno que sugieres entonces Enrico.

     Su cuñado miró el mapa. Y vio una ubicación donde había una montaña y un río más al norte. —Blauenberg. —Dijo Enrico.

     —Pero si está rodeado de montañas y ríos, ¿Quieres ponernos con la espada contra la pared?

     —Podemos subir los arqueros y tender emboscadas cuando los ejércitos de Gálica traten de atacarnos por los ríos. Es perfecto.

     —Es de cobardes. —Dijo Karlo. —Tus estratagemas son de cobardes, los ejércitos deben enfrentarse en el campo abierto, además si nos retiramos al norte pensarán que soy débil y que estoy huyendo.

     —Que importa lo que piensen, si de esta manera podemos ganar la guerra. —Respondió Enrico.

     —¿Qué que importa? ¿Tú crees que estos hombres que me siguen?, me siguen porque les pagué, no, ellos me siguen porque reconocen mi fuerza. Porque saben que pueden alcanzar la gloria conmigo. No sé cómo sean las guerras en Romalia, pero aquí en Stahland somos hombres de hierro. Vivimos por la espada, así es como vivimos, así es como morimos y así es como ganamos. —Exclamó Karlo.

     —Karlo, si marchamos hacia el sur perderemos y moriremos. —Dijo Enrico. —No lo permitiré, debo insistir en mi derecho como co-comandante y marchar al norte.

     —¿Insistes?

     —Sí...debo insistir.

     —Tal vez hayas sido rey porque te casaste con mi hermana, tal vez creas que eres rey de algo, solo porque has conocido el mundo exterior, pero aquí no eres rey de nada. Esta guerra no es para ponerte en el trono de nuevo, esta guerra es para quitar a mi hermana del poder. Stahland nunca seguirá a un extranjero y mucho menos a un hombre débil como tú, Enrico. 

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