Capítulo veinticuatro

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—Llegué —Grizzly entró suspirando cansado mientras miraba la entrada de la casa vacía.

—Bienvenido... —Liz apareció en el pasillo sonriendo en pijama mientras se acercaba rápidamente.

Se quedó mirándole un momento pasmada antes de sonreír.

—¿Aún sigues maquillado?

Grizzly rodó sus ojos y asintió.

—Sigue sin gustarme esta mierda —murmuró señalando su cara—. Siento que peso al menos dos kilos más.

Ella rió suavemente y se acercó, colocándose de puntillas tocando su pecho duro para besarlo rápidamente y sonreír acariciando con su mano libre su barba. Llevaban una semana desde que se habían acostado por primera vez.

—¿Has desayunado?

—No...

Cada poco tiempo Máx hacía alguna aparición en revistas, sólo para mantener su perfil ejecutivo como tapadera. Pero además esta incluía unas cuántas fotos, en blanco y negro, él odiaba las fotos. Habían tapado sus tatuajes y habían hecho lo que pudieron con sus cicatrices para hacerlas más artísticas. Luego un fotógrafo que debía tener el ano tan dilatado como la bandera de Japón le había estado ladrando órdenes teniéndolo más de una hora de pie.

Grizzly odiaba aquello, Máx era siempre él que posaba ante la cámara, no él.

Había tan cerca de explotar.

Un viaje de un día que se había tenido que comer por algo de buena publicidad... Debería despedir a Chloé, estaba pagándole demasiado y el agua oxigenada le había penetrado ya en el cerebro.

Al menos había podido conducir en moto hasta Nueva York, eso era un alivio.

Se sacó su abrigo y su jersey y siguió a Liz hasta la cocina.

—Te prepararé algo... Te esperaba para el mediodía.

Bueno, él literalmente había huído de Chloé, ella estaría tan enojada, pero para algo la había convertido en su mano derecha.

—Se canceló la reunión...

Ella asintió colocando la tetera mientras Grizzly sonreía de medio lado acorralándola contra la encimera dejando su ingle contra la cadera de ella. Le gustó verla tensarse ante el repentino movimiento.

Realmente estaba aburrido y ella era cómo un pequeño ratón escurridizo...

—Siento haberme ido así de repente después de anoche...

Ella se tensó suspirando. Anoche habían tenido sexo muy duro hasta las 2 de la mañana. Liz era una pequeña ninfómana.

—Está bien —ella se giró suavemente encarándolo y colocó sus manos sobre su pecho, intentando poner algo de espacio entre ambos—. Es tu trabajo, no hay problema...

Ambos se miraron un momento fijamente, el ambiente se volvió pesado de golpe y Grizzly sintió sus manos picar. Olía bien, a perfume dulce mezclado con bebé.

—Deberías darte un baño... —Ella pasó sus manos por sus brazos lisos y sin tatuajes mirando la palma de su mano—. Estás raro al tacto.

—¿No me veo guapo? —Bromeó lanzando una sonrisa de medio lado torcida.

Sus cicatrices se marcaron bajo el maquillaje y ella desvió sus ojos hacia la mejilla un momento.

—Pareces un ken —respondió ella negando—. ¿Por qué taparon tus tatuajes?

—Estereotipos americanos —gruñó—. Un empresario con tatuajes no se ve bien para la maldita Vogue.

Ella se encogió de hombros girándose y tomó un tazón, abriendo un estante y colocándose de puntillas para tomarlo. Grizzly se tensó al sentir su culo rozar su bulto y apretó sus manos agachando su cabeza dándo una larga respiración.

Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora