Crisálida

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Elfa y felina siguieron al hada, mientras que Pikshbxgro revoloteaba a un lado y a otro, siguiéndolas unas veces, y otras explorando los alrededores. Estaba excitado por estar allí, pues no era habitual que los espíritus visitaran el hogar de las hadas.

No fue hasta que pasó por delante de la princesa de las hadas que ésta se detuvo, mirándolo fijamente.

–Pequeño espíritu, acércate.

Goldmi temió que la actitud Pikshbxgro hubiera enojada al hada, la cual miraba fijamente al obediente espíritu al que había llamado. Éste le devolvía la mirada, sin dejar de sonreír.

–Has pasado por mucho. Cuéntame– le pidió la princesa, tras colocar su pequeña mano sobre la pequeña cabeza de éste.

–Nos atraparon. Nos hacían daño. Eran muy malos. Pero vino tía Omi y nos salvó. Y luego el mal nos rodeó. Pero la hermana uncuerno nos protegió. Y volvió a aparecer tía Omi para salvarnos. Y luego cruzamos el bosque malo. Dio mucho miedo.

Las explicaciones eran bastante escuetas y poco precisas, pero eran suficientes para lo que ella quería averiguar. Si bien tenía curiosidad por aquellos eventos, lo que realmente le importaba en aquel momento era descubrir cómo le habían afectado. Y se sintió complacida por lo que descubrió.

–Has crecido– lo elogió el hada con una sonrisa.

–¿¡De verdad!? ¿¡Entonces...!?– se emocionó Pikshbxgro.

–Sí, deberías ir.

Entusiasmado, el espíritu se alejó del pequeño grupo de inmediato, ante la sorpresa de Goldmi. Pero, de repente, se dio media vuelta y volvió hacia ellas.

–Tía Omi. ¡He crecido! Ahora tengo que irme. Pero volveré. ¡Hasta pronto!

Y se volvió a ir sin que la elfa pudiera abrir la boca, confusa. Se volvió entonces hacia el hada, preguntándole con la mirada.

–Ha crecido. Ha madurado. Ahora puede completar el ciclo– respondió ésta, reanudando la marcha.

–¿Qué quieres decir?– insistió la arquera, sin entender nada.

La princesa no se detuvo, pero no por ello dejó de hablar.

–Los jóvenes deben jugar, y conocer el mundo jugando. Así, poco a poco, van ganando conocimiento, van creciendo, van madurando. Pueden pasar cientos de años, o miles. Es realmente poco habitual que alguien madure tan rápido, pero ha vivido experiencias muy intensas y peligrosas.

Goldmi seguía caminando y mirando al hada, sin acabar de saber hacia dónde iba aquella explicación.

–Cuando un joven madura, significa que su mente se ha desarrollado. Sólo falta que madure su cuerpo. Que pase de ser uno de nuestros hijos a una de nuestras hermanas.

–¿Pikgro se convertirá en un hada?

–Más que convertirse, se transformará en una. Cómo una semilla se abre y se transforma en una planta. Como un gusano se transforma en una mariposa. Como un huevo se transforma en un polluelo. Los espíritus son nuestras semillas, nuestros gusanos, nuestros huevos, nuestros hijos. Al haber madurado su mente, se ha transformado en una crisálida, a un paso de su forma adulta.

–Ya veo– comprendió finalmente Goldmi.



Es cierto que la figura de la mayoría de las hadas no parece muy adulta, ni tampoco su comportamiento, alegre y aparentemente infantil. Pero eso es sólo si se compara con el desarrollo físico de un ser humano. En realidad, la mayoría de ellas tienen cientos o miles de años, por mucho que tengan la apariencia de una niña.

Así que, aunque su apariencia y actitud puedan engañar, son seres con gran conocimiento, y mucho menos inocentes de lo que pudiera parecer. A diferencia de los espíritus, que sí son inocentes y muchas veces ajenos a que existen males en el mundo, dolor o sufrimiento.

Las hadas en sí no son bondadosas ni crueles, sino la personificación de la naturaleza, donde muerte y vida conviven por igual. Son, eso sí, honestas, y nunca traicioneras, vengativas o rencorosas. Si se tiene ese tipo de personalidad, no se puede crecer, no se puede transformar en un hada.

Por eso, algunos espíritus se quedan en su forma durante más años de los que les tocaría. A veces décadas. A veces siglos. Incluso milenios. Por eso, algunos de ellos están resentidos con las hadas, creyendo que les niegan su derecho, cuando en realidad es ese resentimiento el que los lacra. Por eso, algunos aceptaron la corrupción, tanto como venganza como para obtener un poder que creían que les correspondía.



Siguieron atravesando la tierra de las hadas, un mundo que es una mezcla de realidad e ilusión. Puede parecer que hay un bosque, y detrás un lago, y un poco más allá una montaña, pero es realidad e ilusión al mismo tiempo. Es realidad porque existen. Es ilusión porque no están allí.

Se podría decir que la tierra de las hadas es un nexo que une diferentes partes del mundo, que refleja el bosque y el lago el uno al lado del otro, cuando miles de kilómetros los separan en el mundo real.

Las hadas pueden viajar libremente, entrando y saliendo de ese nexo, de su hogar, e internándose en el mundo real, aunque sea tan sólo para hacerse con una cereza.

Sólo las hadas pueden viajar a través de allí, pues forman parte tanto de la realidad como de la ilusión.Y si bien los invitados pueden entrar, han de volver por donde han venido, o dejarían atrás parte de sí mismos.

Sin duda, resulta un tanto irreal, pues lugares de tierras húmedas se mezclan con los de tierras más secas. O tierras más frías con más cálidas. O zonas a nivel del mar con los picos de las montañas más altas. Pero ese contraste también lo hace singularmente hermoso, o al menos lo es gran parte de él.

–No me gusta– protestó la lince.

–Ni a mí– ratificó su hermana.

El camino por el que seguían al hada, el que pasaba por entre las diferentes partes del mundo, bordeaba una zona oscura y carente de vida. Era un mundo que sólo veían, pues, a diferencia de otros, no se podía sentir su presencia, ya que los lazos estaban rotos. No se podía acceder a esa zona desde el camino, ni al camino desde ésta.

Por ello, tampoco había hadas que fueran y vinieran, como en las otras zonas. En su lugar, había lo que no habían visto hasta entonces.

Bordeando el perímetro de aquella zona oscura, había varias hadas, cuyas edades aparentaban las de mujeres de unos treinta años, siendo en realidad de miles. Estaban sentadas, con los ojos cerrados, y emanaba de ellas un gran poder, un poder que se dirigía a los lugares limítrofes con la zona oscura.

–Nuestras hermanas están conteniendo la corrupción desde que apareció– explicó solemnemente la princesa, sintiéndose en sus palabras un profundo orgullo, respeto y tristeza.

Elfa y lince las miraron también con respeto. Aquella era una lucha que ya llevaba algunos años, y que podría alargarse muchos más.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora