Abre la ventana

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Desperté. No sabía cuánto había dormido, pero sin duda es como si tan solo hubiese parpadeado una vez más. No había despegado mis ojos ni un instante de esa ventana, bueno...desde que vi los primeros rayos de luz penetrar por la cortina.

Tenía la mano morada, ya ni siquiera la sentía, ¿gangrenada?, posiblemente, pero eso no tenía gran importancia, mi horror era mayor a comparación de una mano amputada, e incluso un brazo completo, solo quería asegurarme de que la navaja gris con manchas verdes estuviera conmigo en todo momento hasta el amanecer.

Empecé a retirar la cinta adhesiva con cuidado mientras me levantaba de la silla junto a mi escritorio. camine despacio, paso a paso, como si se tratase de algún campo minado. Por cada paso que daba, despegaba la cinta dándole un giro completo a mi mano, 7 pasos hasta la puerta.

La navaja seguía pegada a mi mano que la empuñaba y se me hacía imposible abrirla, y por supuesto, sin sangre que circule a través de los vasos sanguíneos, las articulaciones no servirían. En medio del insomnio abrí la puerta de mi habitación, y con sigilo, miré hacia todas las direcciones, derecha izquierda, arriba abajo, en diagonales, pero no había nada, solo un profundo silencio acompañado de una mañana de verano soleado, por el momento, ya se había ido.

Miré que eran las diez de la mañana en el reloj naranja que me había regalo mi abuela la semana pasada que vino a visitarme; mientras recordaba la imagen de mi querida anciana colgándolo en la mitad de la pared de la cocina, me saque la correa café que llevaba puesta dejando caer un poco mis pantalones, me la amarré en el antebrazo con mi mano izquierda haciendo mi mayor esfuerzo para apretarla como pudiera, y con mi mano izquierda por encima de mi cabeza, sostuve un filoso cuchillo de unos veintitrés centímetros de largo que utilizaba para cortar carne en los asados familiares de cada fin de mes. Mordí el trapo con el que solía limpiar los platos en casa de mamá, y lo baje con todas las fuerzas que me quedaban; escuche crujir el cubito y el radio de mi antebrazo. El silencio se sacudió un minuto con un gemido desgarrador a pesar de que estaba mordiendo el trapo hasta casi quebrarme los dientes por el roce. Mientras escurría por el mesón una cantidad de sangre alarmante, miraba como mis zapatos blancos cambiaban a color rojo por los chorros que caían en ellos.

Era como si me hubieran inyectado una dosis de morfina, pero por mil. Siento que los ojos se me van a salir de mis cuencas, si es que ya no paso, mis cuerdas vocales quieren estallar, pero me tengo que controlar, aunque parezca la mayor estupidez pensarlo ahora. Tengo que resistir hasta que esa cosa venga de nuevo.

El filo impecable que tenía el cuchillo atravesó por completo y de forma limpia un poco más arriba de la muñeca, dejando caer desde el mesón de la cocina la mano morada empuñando la navaja.

Mientras escuche un extenso pitido en mis oídos, pensaba en que ya nunca podría recuperar mi mano derecha, pero, era algo que ya lo veía venir desde que tome la decisión de enrollarme la cinta 7 veces en mi mano, y...de igual manera, ya no la necesitaría nunca más.

Me sentía mareado, con ganas de vomitar, y por supuesto de seguir llorando por horas, pero sabía que apenas había completado la mitad de la misión, así que me acerque a la cacerola humeante de color rojo vivo por el fuego intenso, y mirando hacia el rincón de la sala, mordí aún con más fuerzas el trapo húmedo por mi saliva hasta el punto de ignorar que se me podría desencajar la mandíbula, y coloque sin pensarlo dos veces la parte del brazo donde una vez hubo una mano, y ahora solo era un espacio donde se podía ver fragmentado parte del hueso y la carne fresca en su máximo esplendor.

El chillido no se dio a esperar de nuevo. Olía a carne de res quemándose, faltaba echarle ajo, un poco de tomate, sal, y por supuesto, una pisca de salsa barbequeu para que quedara un delicioso bufet.

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⏰ Last updated: Feb 04, 2020 ⏰

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