La brisa de otoño chocaba contra mi rostro, era una sensación que hace mucho no experimentaba. Cerré los ojos y me deje llevar por mis pensamientos.
En estos momentos me dirigía a una cita con un principe de otro reino. Mi madre siempre me ha enseñado a ser una "dama", ya que según ella eso era lo que querian los hombres.
Cuando cumplí la mayoría de edad todo esto empezó. Ella buscaba un reino y elegía a un principe. Hablaba con los reyes de estos y acordaban una cita entre ambos esperando a que algún día me casara.
Pero ya hace tiempo no tenía una cita, en la última cita el principe eduard había tratado de...abusar de mi. Por suerte los sirvientes del lugar me salvaron de esa situación.
Mi madre desde entonces a estado paranoica, las veinticuatro horas del día encerrada en ese castillo, con guardias vigilando el castillo en caso de que un intruso u otra persona entrara.
-¿Falta demasiado señor? - llamé su atención.
-No demasiado - sonríe macabro.
Un escalofrío recorrió mi espalda, esa era la misma sonrisa que eduard tenía ese día al mirarme. El hombre que conducía el carruaje paro en medio del camino.
-¿Alguna vez le dijeron lo bonita que es?.
-¿Por qué se detuvo? -me acerque a la puerta disimuladamente.
-He esperado esto por tanto tiempo - se acercó a mí tratando de inmovilizar a mi persona, pero fui mas rapida y logre pegarle en su partes nobles.
Abrí la puerta y sali corriendo por el bosque, los gritos del hombre se podían escuchar en la lejanía, pero realmente no me importaba.
Cada vez me adentraba más en el bosque, no se porque, el impulso de escapar me había otorgado una adrenalina a mi cuerpo.
Ya cansada decidí parar y comenzar a caminar, no se donde estaba, no parecía familiar.
El viento provocaba que los árboles se movieran de una forma un poco brusca. El terror de perderme en este enorme bosque comenzó a helar mi piel.Al no estar prestando atención al camino , tropecé con una rama. Comencé a escuchar en la lejanía pasos cada vez mas cerca de donde estoy.
Trate de levantarme pero fue en vano, estaba demasiada cansada de correr.
-¿Señorita esta bien? -un hombre alto de tez blanca hablo con delicadeza.
-Si, yo solo me caí -el ofreció su mano para ayudarme, no me negué y la tomé.
-¿Esta bien de verdad? -su mirada estaba claramente preocupada.
¿Le contaría mis problemas a un extraño?, la repuesta era si.
-No, casi se aprovechan de mi -limpie la lágrima que se había escapado.
-Que horrible, ¿Tiene un lugar para quedarse? -pregunto apartando mi cabello de mi rostro.
-No, sali corriendo al bosque sin pensar realmente
-Se que acabo de conocerla, pero le pido que le acompañe, me sentirá muy culpable de dejarla aquí..- ¿Realmente me iría con un extraño?.