Capítulo XXXVIII

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     Hemos caminado durante horas. Mis pies comienzan a doler y no creo poder seguir soportando ese hedor. Nos hemos separado ya de los demás. Sólo quedamos James, Diamond y yo. Cada paso que damos nos acerca más y más a nuestro destino. A la batalla final. Al momento decisivo. ¿Cómo se supone que afrontemos algo tan grande? ¡Detesto esta sensación de incertidumbre! Me hace sentir pequeña e insignificante. ¡Odio esto!

     — ¿Qué crees que pase al llegar allá?

     James habla en voz baja. Tuvimos que comenzar a hacer eso cuando nos dimos cuenta de que el eco propagaba nuestras voces por todo el sistema de cañerías.

     —Sea lo que sea, podemos afrontarlo —dice Diamond en mi lugar.

     Sé que tiene razón, por eso mismo no lo contradigo.

     —Perla, ¿crees que podamos hacerlo? —insiste James.

     Me encojo de hombros.

     —Por favor, háblame —suplica él—. No creo poder salir al exterior si no me das ánimos para continuar.

     — ¿Los necesitas?

     Ahí está de nuevo la Perla pesimista.

     ¡Maldito sea mi pesimismo!

     —James, ¿tú crees que consigamos hacerlo?

     —No creo que sea justo que tú me devuelvas las mismas preguntas que yo te hago.

     Ambos sonreímos. Al menos puede contagiarme de su buen humor.

     — ¿Sabes? A veces, cuando te miro y te escucho hablar para darnos ánimos antes de una batalla, olvido que tienes sólo dieciséis años.

     ¿Qué problema tienen todos los hombres que conozco con mi edad? ¡Ya no soy una niña!

     —No sabía que hubiera un mínimo de edad reglamentario para salvar el mundo.

     Él ríe de nuevo.

     —James, ¿crees que podamos vernos de nuevo cuando todo esto termine?

     Rodea mis hombros con un brazo y me atrae hacia su cuerpo, Diamond nos fulmina con la mirada.

     —Pues claro —dice James—. Eres mi novia, ¿no es así? ¿O es que pretendes terminar conmigo en cuanto hayas salvado al mundo?

     Siento mis mejillas enrojecerse. ¡En ningún momento accedí a ser su novia! Sólo nos besamos y me invitó a salir, eso no significa nada.

     —James…

     — ¿Sabes una cosa? Desde la primera vez que te vi, supe que tú tenías algo especial.

     —No comiences con tus cosas cursis, niño —reclama Diamond, escuchamos una risa y pronto vemos aparecer a Flareon frente a nosotros. Estira el cuello y las patas, tal y como lo haría un cachorro.

     ¡Es lo más lindo que he visto en mi vida!

     —Continúa, James —dice Flareon—. Yo también quiero escucharlo. ¿Qué es lo que hace especial a Perla?

     —Sí, ¿qué es eso que me hace tan especial? —le digo, con eso conseguimos hacer que James se sonroje.

     —Lo que deberían pensar ahora, par de tortolos, es qué haremos cuando hayamos salido a la superficie —reclama Diamond—. ¡Y más les vale a ambos que no comiencen con sus besuqueos!

     —Parece que alguien se ha puesto celoso —dice Flareon entre risas.

     — ¡Cierra la boca, Flareon! —exclama Diamond y su pelaje se eriza.

     — ¿Qué se siente no ser el centro de atención de Perla, Diamond? —se burla James.

     Pero nos mordemos las lenguas antes de estallar en una carcajada.

     Discreción, necesitamos estar en silencio.

     —Ahí está la escalera —anuncia Flareon.

     Es cierto. La vemos ahí, frente a nosotros.

     Y yo que pensé que podríamos seguir conversando para darnos valor.

     —James, hagamos un pacto antes de salir.

     Me mira y asiente. Diamond y Flareon nos miran fijamente.

     Tomo aire (lo cual no es nada agradable considerando el apestoso hedor de la cañería) y simplemente, me dejo llevar.

     —No sabemos lo que pasará afuera, pero estoy segura de una cosa. Esto es la vida real, no un cuento de hadas. Cuando hayamos entrado en la contienda, sólo habrá dos formas de salir. Con vida o… O sin ella… —sacudo la cabeza y respiro un par de veces para infundirme valor—. Vamos a luchar hasta dar nuestro último aliento, ¡que ellos no quebranten nuestro espíritu!

     Él asiente y yo levanto el dedo meñique. Él me mira confundido.

     —Quiero que hagamos una promesa —le digo, lo miro con toda la firmeza de la que soy capaz—. Juremos, con Diamond y Flareon como testigos, que tú y yo saldremos con vida de nuestra última batalla. Que nos protegeremos, que nada malo nos pasará pues estaremos cuidándonos las espaldas en todo momento. Que tú y yo estaremos juntos, sin importar lo que pase.

     Sonríe y entrelaza su dedo meñique con el mío.

     —Lo prometo —dice—. Nada te pasará mientras yo esté cuidándote.

     Separo los labios para responderle, pero me lo impide sellando nuestro pacto con un beso. Diría que es el mejor beso que he recibido en la vida, si no estuviera en una sucia y apestosa alcantarilla. En verdad, hay mejores momentos. No aquí. Qué asco.

     — ¡Oye, enamorado! ¡Ella es sólo una niña!

     James se aleja y suelta una maldición en voz baja cuando las afiladas garras de Diamond le provocan severos rasguños en la espinilla derecha. ¡Diamond es tan lindo cuando está celoso! ¡Provoca abrazarlo!

     Pero no podemos seguir perdiendo más tiempo, es hora de salir y poner nuestro plan en marcha. Así que Diamond sube a mi cabeza y Flareon regresa a su Pokebola. Subo lentamente las escaleras y lo último que siento antes de caer en la inconsciencia es esa mano que me toma por los cabellos con fuerza y me obliga a salir a la superficie. Lo último que escucho antes de desmayarme es la voz de James que llama mi nombre con fuerza. Y lo último que veo es ese resplandor que Diamond lanza de sus dos colas para alejar a un sujeto vestido de negro que intenta levantarme del suelo.

Pokemon V: La Batalla Contra la EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora