14. Hogar de los dioses

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Esta enorme casa; con sus cálidas

Brillantes, fríos colores, que solías

Habitar, escuchar. La cual fue testigo

De tus pasos silentes, tus caminatas

Diurnas, solo, mudas, nocturnas, descalzo.


En él, tendías a parlar, gritar y decir.

Hacer, unas cuantas y tantas locuras,

Sin importarte, el temer a maldecir,

Lugar el cual limpiaste sin cadenas,

Rincón, esquina, y silla por pulir.


Lo vistes mucho reír hasta llorar,

Y triste hasta el borde del colapso,

Lleno de tanto amor hasta casi quedar

Perdido, sumido en el corazón,

De quien, pasa o viene a visitar.


Lo vistes satisfacer sus más locos deseos

En pequeñas orgías en las esquinas,

Desatar su furia; soltar los demonios,

Con un desprecio y cascarrabias de hienas.

Para ella eres un desalmado un caos.


Cómo es que esta adorada cuna,

Que solo acariciaste con tanto fatigo,

Hoy es tan silenciosa, muda y ajena,

Tan callada y tan dormida contigo.

Qué es lo que te encadena, te condena.


Que tan fatal despiste ha emergido,

Que te ha arrojado al lejano

Y desértico y ajeno olvido,

Sin agua, ni barcaza. Sin el nirvana.

Tú, que has sido con ella, tan aguerrido.



D. Alexander M. G.

Fugaz instante (timón del momento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora