Dejaron atrás a aquellas hadas que luchaban contra la corrupción, llevándolas el camino frente a una zona aún más oscura, más siniestra, una zona que envolvía el único punto con el que el camino establecía una conexión.
Era un pequeño manantial, del cual el agua parecía brotar sin ninguna razón aparente, un agua que contenía el poder de purificar lo que tocaba. Pero poco duraba dicha purificación, pues la corrupción, el miasma fuertemente concentrado que allí lo envolvía todo, pronto reclamaba el terreno perdido. Era una lucha continua y sin tregua.
Una única hada presidía esa conexión, un hada que les daba la espalda, y cuya aura era más intensa que cualquiera de las otras hadas con las que se habían encontrado.
–Hermana mayor, la he traído.
–Gracias Sílíníkxbgra– respondió ésta, con una voz que parecía mucho más joven de lo que aparentaba su cuerpo.
Ni elfa ni lince podían imaginarse la edad real de un hada con el aspecto de una anciana y la voz de una niña, pero, sin duda, su presencia era imponente. No sabían exactamente a qué se debía, pues aún no era capaces de apreciar ni la velocidad con la que circulaba el maná a través de ella, ni cómo la envolvía y protegía.
La princesa de las cerezas se dio media vuelta y se alejó, aprovechando para seguir mordisqueando la fruta que sostenía en sus pequeñas manos. Podía parecer que era ajena al horror que la envolvía, a aquellos paisajes desolados, lo cual estaba muy lejos de la verdad. Simplemente, el no comer y no poder disfrutar de su comida preferida no arreglaría nada, así que no había motivo para dejar de hacerlo. Por lo menos, no para un hada.
–Podemos contener la corrupción y evitar que siga avanzado, al menos por el momento, pero ni siquiera nosotras podemos predecir el futuro. Cuando este mal avanza, contamina la vida, la corrompe, y gana fuerza haciéndolo, crece al corromper. Cuando nosotros avanzamos, necesitamos un largo tiempo para que la vida vuelva a surgir, para recobrar nuestra fuerza. Por ello, debemos hacer lo imposible para contenerlo.
Goldmi miraba la espalda del hada, dudando si quedarse allí o avanzar, si sentarse o mantenerse de pie. Muy a diferencia de su hermana, que se había tumbado cerca de la anciana hada, mirando los ojos que reflejaban el agua del manantial.
–Eso sí, aunque puede avanzar rápido, está destinado al fracaso. Incluso si consiguiera su propósito de eliminar la vida, moriría de su propio éxito, al no tener nada más que corromper, al no poder seguir avanzando, al sólo poder desaparecer poco a poco a partir de ese momento. A diferencia de la vida, que no necesita al mal para sobrevivir.
»Sea como sea, ese es un futuro que no podemos permitir. Debemos defender la vida con todas nuestras fuerzas, no podemos permitir que desaparezca, y para ello hemos de entender que el riesgo es real. Debemos eliminar la amenaza antes de que sea demasiado poderosa, antes de que sea tarde.
La elfa sintió escalofríos. Aquella corrupción le resultaba lúgubre y terrible, pero no tenía ni idea de la magnitud de su amenaza. Las palabras de la hermana mayor de las hadas, a la que algunos llamaban reina, le estaban haciendo vislumbrar hasta donde podía alcanzar, aunque todavía le parecía demasiado confuso, demasiado increíble.
–Sois especiales. Tú vienes de otro mundo y traes parte de su fuerza. Además, eres una de nuestras pocas hermanas no hadas, y tienes el poder de oponerte a nuestros enemigos, como sólo las hadas pueden. Aunque con herramientas diferentes a las nuestras, con aptitudes diferentes a las nuestras.
Por primera vez, se había girado para mirar a la elfa. Y ahora se volvía hacia el otro lado, para mirar a la lince.
–Tú eres de este mundo. Eres el ancla de tu hermana, a la vez que compartes su fuerza y su destino.
Volvió a mirar al frente, al manantial de vida que guardaba.
–Si esta fuente de vida desaparece, el daño será aún más profundo. Harán falta miles de años para que la vida vuelva a ese lugar, si es que conseguimos expulsar al mal. Con ella, la vida no se ha ido del todo, sólo necesita que la dejen para que vuelva a brotar.
A Goldmi la forma de hablar le recordaba un poco al Oráculo, pero algo más clara, algo menos misteriosa, aunque no mucho. Y si bien no acababa de discernir el significado completo de aquellas palabras, tenía la sensación de que no estaba tan lejos, de que acabaría por alcanzarlo. Lo que sí entendía era que la amenaza no podía ignorarse.
–No podéis llegar a donde nosotras llegamos, igual que nosotras no podemos llegar adonde vosotras llegáis– siguió el hada, deteniéndose un instante para respirar, si es que las hadas respiran –. ¿Nos ayudaréis?
La elfa miró con sus ojos azules a los ojos amarillos de su hermana. La lince miró con sus ojos amarillos los azules de su hermana. Ninguna de las dos podía dar una respuesta a aquella pregunta sin contar con la otra.
Sin embargo, tanto su mirada como su vínculo no hacían sino confirmar lo que ambas ya sabían, pues no eran necesarias las palabras entre ellas.
–Ayudaremos todo lo que podamos– respondió la arquera.
–Confiábamos en que fuera así. Ya lo has hecho salvando a los unicornios. O liberando a las almas atrapadas. O eliminado a los enemigos, a los portadores de la corrupción. En nombre de la vida de todas las tierras, te damos las gracias.
–Eh... Nosotras sólo...– se sintió abrumada la elfa, mientras la felina sacaba pecho.
–Por ahora, es necesario que sigáis vuestro propio camino. Aún no sois suficientemente fuertes, y aún faltan piezas para solventar el puzzle del destino. Que contigo vaya nuestra bendición, la que sólo se puede dar a una hermana, la que ya tenías y que ahora se ha completado. Hasta pronto. Que el ciclo de la vida te sea propicio.
De repente, ambas hermanas se sintieron arrastradas por una fuerza que, sin embargo, no las movía. Más bien, era el camino el que se movía, y todo a su alrededor. Se sintieron mareadas al ver pasar las imágenes de las tierras que habían visto al llegar, cada vez con más rapidez, hasta que todo se detuvo de golpe.
Se encontraban en un lugar que les resultaba familiar, el mismo del que había salido para llegar al hogar de las hadas. Unas ciénagas en las que abundaban unos pequeños e irritantes insectos. Y otros también irritantes, pero de mayor tamaño.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
ФэнтезиCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...