Ch3 - "Un adicto al sexo"

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H-A-R-R-Y


—¡Hola mi niño! — grita mamá cuando entro por la puerta de casa.

Me abraza y empieza a besar toda mi cara. Me quita la mochila y la cuelga a un lado para solamente decirme lo buen niño y lo majo que soy. Que estudio muy bien y que llegaré a ser presidente.

Esta quiere algo, te lo digo yo.

¿Tú también te has dado cuenta, verdad?

Se huele a kilómetros.

—¿Qué quieres mamá?— pregunto cruzándome de brazos.

—¿Cómo dices eso a tu madre?— dice llevándose las manos a el pecho— ¿No puedo simplemente saludar a mi querido hijo mediano, predilecto y con futuro cuando llega a casa?

—No— digo simplemente.

—Bueno, quería que fueras a comprar— sonríe—.Tu hermana no quiere ir y Luzy solamente esta pitando algo.

—Ahora que lo dices tengo que hablar seriamente con Luzy— digo señalando mis zapatillas para que ella las mire—. Me está arruinando la reputación.

—¿Qué reputación?— Pregunta mamá.

—La que tengo mamá— cojo la mochila que ha dejado mi madre en el suelo y vuelvo a colgarla en mi hombro.

La reputación del chico virgen.

Cállate.

Cuando voy a subir las escaleras me para.

—¿Pero irás?— me pregunta cuando estoy por llegar al último escalón de arriba.

—Vale...— digo alargando las vocales.

—¡Gracias!— grita desde la cocina—¡Te dejaré la lista de la compra en la encimera!

—¡Vale!— digo cuando abro la puerta de mi habitación.

Tiro la mochila a la cama y me siento en ella, quitando las zapatillas rosas, con purpurinas y su nombre escrito con unicornios. Suspiro negando con la cabeza y salgo de mi habitación para ir a la de Luzy. Se debería llamar Lucy pero según mamá eso es muy poco original y quiso darle un toque moderno.

Cuando llego a su puerta llena de purpurina y intentos de dibujos de unicornios pegados en ella, la abro sin llamar.

Cuando sea adolescente llamaré, ahora no.

—Luzy tenemos que hablar— digo entrando en su habitación. Está sentada en el suelo y pintando alguna fosa que no me importa. Sus muñecas están ordenadas, limpias, vestidas y peinadas.

Y Gemma tenía hechas una mierda esas muñecas.

—¿De qué?— pregunta cantarina, de fondo se escucha una canción desconocida.

—Esto de pintar mis cosas tiene que parar— digo sentándome en el suelo a su lado—. Tengo una reputación que mantener.

—No— dice contenta y pasando del tema.

La miro ceñuda.

—¿No qué?— digo.

— No voy a parar, necesito expresar mi arte— dice abriendo sus brazos y mirándome.

Ella se parece mucho a mamá. Tiene algo que las hace igualitas. Los ojos son clavados a los de Gemma y los míos. Mientras que el resto de la cara es ver a mamá de pequeña.

Harry, Soy LesbianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora