Mi cuerpo se mueve solo a través del bosque en la fría noche. Estoy cansado, hace apenas unas horas he despertado, con lo que creo que es mi espada clavada en el pecho de un antiguo rey. Recuerdo que me preguntaba ¿Quién eres?, es una pregunta curiosa porque ni yo mismo lo sé. ¿Eres humano?, no lo sé. Simplemente recuerdo esa batalla, es lo único que tengo en mi mente.
Sigo avanzando, aunque no estoy seguro de si soy yo el que lo hace, solo puedo mover mi cabeza y observar. A mi alrededor solo veo árboles y flores que brillan en la oscuridad con tonos azules. Diminutas luces bailan en el bosque, probablemente sean insectos o quizás espíritus perdidos en esta preciosa arbolada. O a lo mejor simplemente no quieren salir. Bajo la mirada, estoy cansado, no siento mi cuerpo. Llevo una espada bastante grande teñida de sangre con un ojo que me observa. No me gusta su mirada, parece que me odia, o eso es lo que presiento. No puedo más, cierro mis ojos y espero no abrirlos nunca.
Mis ojos se abren. Está oscuro, ya no queda rastro del bosque. Mis ojos y cabeza se alzan para descubrir un cielo negro, donde una figura de un ojo rojo ocupa gran parte del firmamento. Creo que me observa, no sabía que el cielo podía ser tan amenazante, no lo recuerdo así, aunque apenas tengo recuerdos.
Bajo mi mirada hacia un suelo rocoso, a mi derecha hay un acantilado, si pudiera me lanzaría, eso es lo que me dice mi instinto. Intento mover mi mano derecha y soltar la espada. No puedo, no la siento, es así con todo mi cuerpo. Ya no me pertenece, así que vuelvo a cerrar los ojos y esperar que esta pesadilla acabe.
Vuelvo a la vida. Una luz atraviesa mis ojos, ¿Es el Sol?, está amaneciendo. ¿Cuánto tiempo ha pasado?, no estoy seguro. A mi alrededor hay un poblado consumido por las llamas. Niños y adultos dejan su trabajo de reconstrucción para observarme en silencio. Mi cuerpo sigue avanzando, lento y sin pausa, agotado. La gente se congrega a mi alrededor, parecen asustados, solo observan. Intento gritarles, pedirles ayuda, pero no sale ningún sonido. Hasta la voz me ha sido arrebatada. No siento mi cuerpo, pero sí mis heridas, es un dolor terrible y constante, como si me arrancaran un poco de carne cada segundo.
Avanzo con sus ojos fijos en mí, rodeado de personas, nunca me sentí tan solo. Solamente el silencio me hace compañía. ¿Por qué no me ayudan? ¿Por qué no se acercan? ¿Por qué no me detienen? ¿Acaso no soy humano?
Mi cuerpo se detiene. Estoy frente a un edificio quemado, parece una herrería por las herramientas y el yunque en su interior. Mi cuerpo coloca la espada frente a mí. El ojo me observa, nuestra mirada se mantiene y cada vez comienzo a ver todo más negro. Mi mirada se pierde en su negrura y comienzo a recordar.