Él la miró y supo en su interior que ella era la indicada. En sus ojos solo había brillo, pues irradiaba felicidad, nunca demostró estar feliz, mejor dicho, nunca supo lo que es estar feliz, ella lo hizo feliz.
Ella lo miró y se enamoró, solo que no quería decírselo, se sentiría como una completa idiota. Pensó que ella no tendría opción, como con todos. Así que decidió no perder el tiempo con algo así.
Lo que no sabían era que estaban enamorados el uno del otro. Ella encajaba perfectamente en sus brazos, ambos lo sabían, eran hechos el uno para el otro, pero no querían decirlo, pues era un secreto. Pero habían secretos sucios que él no sabía de ella, como sus brazos, él no lo había notado. Aún.
Ella pensaba que era tiempo de volver a hacerlo, pero hacerlo hasta el punto que no haya más, que todo se termine. Él extrañaría su ausencia. Solo que ella creía que él no lo iba a hacer. Que a los pocos días iba a volver todo a la normalidad. Después de un mes, él decidió que era tiempo de decirle lo que sentía por ella, nada más que el amor más puro.
Se hicieron pareja y ella era más que feliz. Por fin pudo ser feliz. Pero los problemas seguían existiendo.
Ella no pudo más... así que hizo que todo terminara, para siempre.
Él lloró por más de dos semanas en las cuales no salía de su casa. Cuando ella se fue, se llevó todo consigo. Así que él decidió que no podría vivir sin ella.
Fue la desición correcta. Ambos habían vuelto a estar juntos, para siempre.