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HIKARU NO PENSÓ conocer de tal forma a Amane, imagino que su encuentro sería tranquilo y algo incomodo, pero ni siquiera eso, fue bastante movido. Amane le había dicho que no pretendía saltar, aunque Hikaru no creía tal cosa, se hizo la loca y decidió aparentar que le reía. Tsuchigomori había dicho que no le causaría problemas, pero aun así, ¡Sorpresa! Casi le da un maldito infarto al verlo en el estado en el que lo encontró; golpeado, sangrando, llorando, y aturdido.
¡Oh, vamos! Esa no era forma de comenzar una amistad con alguien, mucho menos con una persona en ese estado. Y sí, Hikaru estaba exagerando muchísimas cosas, no le había dado la oportunidad a Amane para abrir la boca y explicar todo, —aunque eso no sucedería, si no le decía nada a Tsuchigomori menos le diría a ella—, Hikaru chasqueo la lengua molesta.
—Uh, supongo que así esta bien. —Hikaru rascó su nuca al no saber como atar apropiadamente el nudo de las vendas, formando en su rostro una mueca.
Amane miró el vendaje, lo analizó con cuidado y terminó por sonreír agradecido.
—¡Esta perfecto!
Hikaru miró al de hebras cafés oscuras extrañada, hace nada el parecía un cachorro asustado por el comportamiento tosco de Hikaru hacía el, y ahora estaba mostrando una sonrisa despreocupada mientras la miraba a ella. Amane era extraño, y no hacía falta decirlo, ya que el mismo lo demostraba con sus acciones. La Yoake suspiro con una sonrisa apoyándose en el respaldar de la silla, mirando a Amane con un rostro tranquilo.
—Eso es bueno... —murmuró guardando las cosas de primeros auxilios.
Amane miró a Hikaru con tranquilidad, se fijó en sus manos que antes estaban cubiertas por unos guantes de cuero que seguramente eran lo suficientemente calientes como para no tener las manos heladas. Se preguntó si estaría bien, le había dado su abrigo para que no sintiera frío, ahora mismo ella sólo llevaba una chaqueta delgada, y eso no taparía lo suficiente como para darle el calor necesario.
—Uhm... —Amane puso sus manos en sus hombros con la intención de quitarse el abrigo de encima y así devolverlo a Hikaru.
No obstante, la de hebras cafés detuvo esa acción reposando ambas manos en los hombros del chico herido.
—Quedatelo, es mejor dámelo cuando empiece la primavera —sonrió con amabilidad, retirando sus manos de los hombros del barón.
Amane pensó que si Hikaru seguía siendo así de amable, el terminaría rojo de la vergüenza, y eso, no se vería nada masculino.
—Te pareces a Tsuchigomori, ¿Eres su hija? —preguntó Amane con inocencia, provocándole una carcajada limpia a Hikaru.
—Para nada, ¿En serio nos parecemos?
Amane asintió enérgico repetidas veces, sacándole una risa leve a la Yoake, no sabía que en cuanto a comportamiento podía parecerse a su profesor; él, o por lo menos de lo que conocía Hikaru, era una persona de comportamiento calmado y despreocupado —eso podía apreciarse cuando el fuma frente a Hikaru como si no hubiera nadie—, mientras ella era una joven desinteresada y sosegada, a veces podía ser un demonio, pero solamente cuando estaba fastidiada o molesta.
