Capítulo 3

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Algo que Thomas jamás debía olvidar, era su naturaleza. Ser omega y ser macho, era una combinación catastrófica, pero usar un supresor de olor a ese punto, era considerado una falta de respeto a su alfa prometido. Quizá era por ello que se dedicaba a bajar la mirada y a evitar reparar en el deseo con el que los demás alfas le observaban desde arriba. Bueno ¿deseo? No quería definir a ese punto de qué se trataba.

Quizá por ello se concentraba en el agarre de Kaya, ese que la pelinegra imponía en su brazo con el único propósito de darle tranquilidad. Suspiró con suavidad y trató de prestar atención a las instrucciones de la chica, aun cuando su mente estaba bastante más concentrada en la imagen del chico de los ojos color miel. Su alfa, su predestinado. Desde que se había enterado del hecho, podía sentir sus entrañas revolverse, su deseo disparándose. Dylan, Dylan. Lo extrañaba, lo necesitaba. Quizá era por ello que olvidaba incluso cómo actuar como él mismo.

—¿Me estás escuchando, Tom? —la pelinegra le observó con una ceja ligeramente arqueada, mientras una escasa sonrisa bailaba en sus labios. Llevaban media hora en el café cercano al punto de encuentro, Katherine no demoraría en llegar.

Thomas subió la mirada por un segundo poco antes de parpadear completamente confundido. Kaya le observaba en silencio mientras ladeaba el rostro, esperando por una respuesta. Paseó los pardos de la figura de la chica, hacia la mujer que yacía detrás de ella, esa alfa que no le había quitado la mirada desde que se adentró al lugar. Subió la diestra y jugueteó con el collar que Ki le había obsequiado, el que contenía un par de gotitas de su sangre, y por consecuencia, su aroma.

—Quiero salir de aquí —murmuró bajando la mirada durante un breve segundo, sintiéndose ligeramente abrumado por el ambiente cargado de feromonas que la mujer en la barra, estaba creando para él.

—Tom, nadie se te acercará. Nadie es lo suficientemente estúpido ¿comprendes? Tienes el collar de Ki y Dylan... —las palabras de Kaya se interrumpieron al segundo que el rubio le observó desde abajo, determinado.

—Nunca he estado fuera de casa, Kaya, salvo por la compañía —hizo una pausa y apretó los labios, por supuesto había estado fuera, pero aquello le había costado más de lo que quisiera admitir. Quizá su padre lo estaba probando una vez más, buscando hallar su límite. Apretó los labios y cerró los ojos por unos segundos antes de escuchar el largo suspiro de la beta frente a él.

—El mundo no es indulgente con los omegas sin marcar —murmuró la chica poco antes de deshacer su agarre y estrechar con suma suavidad la mano del rubio—. Nunca has estado fuera siendo un omega completo, Tom, pero esta vez no te puedes permitir flaquear. ¿Dónde está mi chico duro que odiaba los estigmas de nuestra sociedad actual?

Thomas soltó un largo suspiro poco antes de elevar la mirada y notar a la chica rubia que caminaba directamente hacia ellos. El aroma de la alfa inundó sus fosas nasales, era familiar, picante, más no atrayente. Era natural, eran familia, jamás podría sentirse atraído ante los aromas de los seres de su propia rama. Aún así, Katherine desprendía un aroma glorioso propio de los suyos.

—Nunca imaginé ver a un Sangster de los tuyos fuera de Londres —soltó la chica apenas arribó hasta la pequeña mesa de madera, elevando sus rojos labios en una sonrisa bastante cautivadora. Evidentemente, el aroma de su primo le resultaba sumamente dulce, atrayente, pero tan prohibido que resultaba ser empalagoso hasta cierto punto—. Pero admito que llevarle la contraria a tu padre es uno de mis pasatiempos favoritos —ladeó ligeramente la cabeza mientras estiraba la diestra e invitaba al rubio a ponerse de pie.

—Curiosamente, tu familia posee la compañía de varios Omegas de excelente clase. Precisamente ha sido por ello que Thomas fue enviado aquí. Estoy segura que alguno será un excelente maestro para él —Kaya sonrió con suficiencia, ganándose una peculiar mirada por parte de la rubia.

It's you | Dylmas AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora