Capítulo 6

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Iria

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Iria

Tras el encuentro precipitado con Lucas, decidí irme a dormir, pero me fue imposible pegar ojo. No dejaba de pensar en todo el dinero de ese sobre y en que lo escondió en mi bolso porque «nadie sospecharía de mí». ¿En qué cosas estaría metido Lucas? A lo mejor era para alguien a quien se lo debía, o tal vez se lo estaba guardando a alguien.

En todo caso, me paré a pensar en cómo había hablado Dylan de él esa mañana, en su forma de ser, pero su imagen se proyectó en mi mente sin darme tiempo a pensar en nada más que en sus ojos azules, brillantes y profundos, su cabello negro, despeinado, sus labios rosados y carnosos agujereados por un aro de metal que no había visto antes (seguramente se lo quitaría para pelear y por eso no lo vi), sus cejas oscuras y su capa de pestañas.

Su maldita mirada en el ring se me vino a la mente, la primera vez que le vi. Recordé que le dijo algo al árbitro, y que este sonrió, y se me ocurrió pensar qué, a lo mejor, eso significaba que me había escogido a mí para ser su muelle de carga desde el primer momento.

Eso me enfureció, pero decidí no darle más vueltas. Cambié de posición en la cama y me quedé dormida. A la mañana siguiente, ningún despertador sonó, ningún tipo de golpe, ruido o vibración se interpuso entre el sueño y yo. Me levanté sobre las diez y media, y me metí al baño directamente para ducharme. Salí vestida con un suéter azul cielo y unos vaqueros blancos, junto a mis Converse, y con la mochila a la espalda salí de mi habitación.

Clare tenía clases por la mañana, así que no me molesté en pensar si llamarla o no. Salí del campus y llamé a Silvia, que me dio las indicaciones necesarias para llegar a la cafetería, deseándome suerte. El establecimiento se encontraba a tres paradas en autobús de la universidad, y la verdad es que no eran nada comparadas con la ocho para llegar a la biblioteca. Seguí las instrucciones de Silvia hasta llegar a un pequeño café, decorado tanto por dentro como por fuera con colores pasteles. Las letras del cártel sobre las cristaleras estaban en una bonita caligrafía cursiva e indicaban el nombre del establecimiento, Coffee and Sweet Treats. Me adentré en el local con curiosidad: una serie de mesas y sillas se abrían camino a ambos lados de un pasillo hasta un mostrador, con una vidriera que dejaba ver postres y dulces de todos los tamaños y colores.

—¿Hola? —pregunté al ver que el establecimiento se encontraba en un silencio sepulcral.

Una puerta corrediza tapaba la entrada a la cocina, y una pequeña ventana en el muro mostraba que la luz estaba encendida. De pronto, la cabeza blanca de una mujer encantadoramente bajita asomó por la abertura con una pequeña sonrisa.

—Oh, hola, niña. ¿Eres Iria?

Su voz era suave y tranquila, y desapareció de la ventana para atravesar la puerta de la cocina, limpiándose las manos llenas de harina con un trapito.

—Sí, señora...

—Puedes llamarme María, cielo —dijo—. Silvia me llamó y me dijo que vendrías. Pasa a la cocina y hablamos.

INFIERNO (Disponible en físico) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora