𝓘𝓷𝓯𝓲𝓮𝓵𝓮𝓼 3

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Subió con una bandeja, tarareando una canción, como siempre lo hacía, perogrande fue su sorpresa al encontrarse con una imagen poco grata...

Su esposo y su amiga en la cama, completamente desnudos y sudados.

Podia ver como el peli negro movia sus caderas con rapidez, mientras su amiga se pendia de la almohada, y mordia sus labios, aguantando los gritos de placer.

Sus manos fallaron, soltando la bandeja que se estrelló contra el suelo, llamando la atención de los infieles.

-Kaghome – Susurraron ambos. No podían creer lo que veían. Esa pequeña azabache los había descubierto.

- ¡Kaghome! – Grito Kouga, al ver como ella salía corriendo, mientras lloraba.

Salió de su casa, sin saber a dónde ir. No podía creer lo que había ocurrido. Esa traición dolía mucho. ¿Cómo era posible? Su esposo y su mejor amiga. No podía ser verdad.

Al prestar un poco de atención, se descubrió en una pequeña plaza llena de flores. Solo una vez había estado allí. Cuando había alcanzado su almuerzo a Inuyasha.

Inconscientemente sus piernas la habían llevado al trabajo de ese peli plata.

Se quedó parada, mirando hacia la fachada del edificio donde su amigo trabajaba. Y lo podía ver a través de la ventana. Rogaba internamente que el oji dorado se girara solo un poco y la viera. Lo necesitaba. Y mucho.

Parecía que Kami estaba de su lado, ya que Inuyasha levanto su vista para verla allí parada, con una de sus manos apretando su falda y la otra en su pecho. Su respiración se aceleró de la preocupación, ¿Qué había sucedido? Se paró y la miro fijamente, ella solo agacho su mirada, pero no se movió.

-¡Demonios! – Se fue hasta el despacho de Miroku y entro sin golpear – Miroku, tengo que irme.

- Claro – Le contesto sin mucha importancia. Era su amigo, casi jefe como él, podría hacer lo que quisiera. Ya luego hablarían, ya que lo notaba algo nervioso.

Tomo su saco y salió de la oficina, cruzando la calle corriendo para encontrarse con ella. Tenía sus ojos rojos y veía lágrimas correr por sus mejillas. ¿Por qué estaba llorando?

-Kag... - Y sus palabras se vieron interrumpidas al sentir los brazos de ella alrededor de su cintura, apretándolo con fuerzas. Sin saber que más decir, solo le correspondió el abrazo. De verdad quería saber que sucedía, y porque había acudido a él y no a su esposo, pero por ahora la dejaría desahogarse.

- ¿Cómo pudieron? – Susurro entre llantos contra su pecho - ¿Cómo pudieron? – Volvió a repetir. El peli plata la abrazo con más fuerzas porque ya se imaginaba lo que había sucedido. Pero no dijo nada. Solo se limitó a consolarla.

- Ven, Kaghome. Vayamos a sentarnos – Con lentitud la guio hacia un banco y ambos se sentaron.

- No quiero sacarte de tus obligaciones – Le dijo con su vista gacha, limpiándose las lágrimas.

- No te preocupes, Miroku sabe que no regresare – Tomo su mentón, levantando su mirada y termino de secar sus lágrimas - ¿Qué sucedió, Kaghome?

La azabache comenzó a ponerse nerviosa. Lo que había visto implicaba también a su matrimonio, y no quería ser responsable de ningún divorcio, aunque Kikyo se lo mereciera.

-No lo sé - El oji dorado tomo su rostro, haciendo que lo mirase a la cara.

- Sé que tiene que ver con Kikyo. Dímelo, por favor.

- Hoy... Hoy... - El llanto amenazo con salir nuevamente, pero intento tranquilizarse. Necesitaba explicarlo a Inuyasha lo que había visto, aunque estuviera algo indecisa.

- No llores, Kaghome – La abrazo contra su pecho, colocando una de sus manos en su cabeza y apoyo sus labios sobre su cabello – No me gusta. Tranquilízate y cuéntame.

- Si, lo sé – Inspiro hondo y lo miro a los ojos. No quería darle tan malas noticias a ese hombre tan bondadoso, pero tampoco podía permitir que Kikyo siguiera engañándolo – Hoy tuve que salir a hacer unos trámites de la empresa. Como Kikyo me dijo que se sentía mal, no pude concentrarme, así que compre unas hierbas medicinales y volví para poder hacerle un té, pero cuando se lo lleve a su habitación ella estaba... Estaban – Se acurro contra su pecho, mientras volvía a llorar. Inuyasha la volvió a consolar, apretando sus puños por la ira que comenzaba a invadir su cuerpo. Le importaba poco lo que Kikyo hiciera, pero el hecho de ver llorar a Kaghome era algo que enardecía su ser.

- Estaba en la cama con Kouga, ¿No es así?

- Si – Fue lo único que la azabache pudo responder en un susurro.

- Esa maldita – Abrazo con un poco más de fuerza, acariciando sus largos cabellos – Sabia que llegaría el día en que descubriría sus engaños - Permanecieron unos minutos en silencio, mientras su llanto se iba apaciguando. Inuyasha estaba sumido en sus pensamientos, creyendo que no había peor manera en que pudiera descubrir la infidelidad de su esposa. ¿Por qué con Kouga? ¿Por qué Kaghome los había descubierto? ¿Por qué no pudo pensar dos minutos en su mejor amiga? Ese pensamiento lo traía como desquiciado. De todas las personas que llamo al perder su hogar, culpa de su vicio por los juegos, esa pequeña azabache fue la única en abrirle sus puertas, ¿Y esa maldita solo podía pagarle con una traición? - ¿Sabes? Yo no me case con ella por amor.

La azabache calmo aún más su llanto al escuchar esa declaración. No lo miro, ni se despegó de su cálido cuerpo, pero continuo con la charla.

-Entonces, ¿Por qué lo hiciste?

- Yo salí con ella por un tiempo, pero tenía en claro que no era la clase de mujer con la quería pasar el resto de mi vida. Cuando la quise dejar, me dijo que estaba embarazada. Yo no sabía qué hacer, pero sabía que si la dejaba, no me permitiría ver a mi hijo, así que nos casamos. No pasaron más que unas pocas semanas, cuando me dijo que lo perdió, pero ya era tarde. Quise dejarla, pero por un contrato prenupcial, no podía hacerlo sin un motivo, si no, me sacaría lo poco que tengo, así que decidí seguir con ella hasta encontrar una razón, y por fin la encontré.

- Yo si me caso con Kouga por amor. Me enamore totalmente, con su forma de ser cariñosa y protectora. A pesar de que mi padre me advirtió que solo se casaba conmigo por mi dinero, no le creí. Pero ahora, luego de esto, ya no sé qué pensar. No pensé que sería capaz de hacerme algo así, y menos... Con mi mejor amiga – Su voz se quebró y el peli plata sintió como su cuerpo comenzó a temblar levemente. Detestaba verla llorar, y ahora lo sabía.

- Vamos a casa, Kaghome. Tenemos que enfrentar lo que sucedió – Tomo sus hombros, mirándola a los ojos.

- ¿Te quedaras a mi lado? – Pregunto con mucho temor.

- Claro, muñeca – Acaricio el dorso de su nariz con su dedo índice – Estaré a tu lado – Tomo su mano y juntos comenzaron a caminar hacia su destino.

Kaghome tranquila por la compañía de Inuyasha.

Inuyasha feliz por la pequeña sonrisa que se dibujó en los labios de Kaghome.

InfielesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora