En la Luz de la Mañana

3.1K 355 40
                                    

Por mucho que Romano se quejara de que España era un tonto, o un gilipollas, o un inepto, o un retrasado, o un bastardo, o un imbécil, o un idiota, o un cabrón, o un estúpido, o un subnormal, o un pedazo de mierda baboso de cojones desinflados (su favorito), tenía que admitir que España trajo algo casi tolerable a su vida que dudaba que cualquier otro pudiera reemplazar.

No era un tema en el que Romano se permitía pensar muy a menudo. Si pasaba mucho tiempo recordando todas las cosas que hizo España que provocaron que no lo odiara completamente, sería más difícil convencer al español de que Romano lo detestaba cuando se vieran otra vez. Pero ahora era muy temprano en la mañana (10:00), y Romano no pudo evitar que su cerebro divagara cuando todavía estaba medio dormido.

España, quien aún estaba profundamente dormido junto a Romano, se giró envolviéndole un brazo por la cintura y se acurrucó con él. Era un gesto bastante familiar, algo que España había hecho bastante seguido a través de todos los siglos que han pasado juntos, y todavía provocaba una extraña sensación su pecho. El rostro de Romano se sonrojó cuando la respiración de España acarició su cuello suavemente.

Esto era algo que nadie podía reemplazar: esta simple y familiar manera en la que España lo tocaba cuando se relajaban juntos, la forma en que lo abrazaba, como si Romano importara. A pesar de que esas acciones no eran nada nuevo, el cuerpo y mente de Romano se ponían en su contra a estas horas de la mañana, y antes de que pudiera hacer algo, su corazón estaba latiendo tanto como cuando España lo abrazó por primera vez.

Antes de que Romano pudiera recordarse que España era un idiota y que su tiempo ni atenciones valían la pena, sus manos acariciaron los oscuros rizos de España apartándolos de su cara con ternura. Sus dedos rozaron levemente la cálida y bronceada mejilla del español. Un toque no era suficiente. Romano sostuvo el rostro de España en sus manos, acariciándolo lentamente con sus pulgares.

Estaba tan atrapado en esa no-tan-horrible sensación de sostener las mejillas de España en sus manos que no se dio cuenta de que su propio rostro lo estaba traicionando vilmente adaptando una expresión que nunca hacía frente al estúpido de España. Un suave sonrojo apareció en las mejillas de Romano, sus párpados entrecerrados cubrían sus adormilados ojos ámbar y su rulo se contrajo en una forma de corazón. Pero lo peor de todo fue como sus labios se curvaron en una rara y dulce sonrisa.

Aún sin darse cuenta de la traición de su rostro, Romano se acercó, rozando su nariz con la de España suavemente. No lo hizo a propósito; solo se estaba volviendo a quedar dormido y no pudo controlar dejar caer su cabeza haciendo que sus labios accidentalmente rozaran los de España. El sueño no le duró mucho más. Los brazos de España lo envolvieron repentinamente con fuerza, manteniéndolo en su lugar.

El sonrojo de Romano se hizo aún más profundo cuando de repente España comenzó a besarlo ávidamente en la boca. Fue entonces cuando Romano se dio cuenta de que estaba sonriendo ¡sonriendo! ¡Y encima a España! Trató de cambiar su expresión a la de molestia que traía siempre, pero no podía. Quería golpear a ese imbécil en la garganta por sorprenderlo haciendo algo tan humillante, pero su cuerpo estaba congelado por la vergüenza. España estaba riéndose suavemente entre besos, las mejillas de Romano se tornaron más y más rojas, y aún así esa maldita sonrisa no desaparecía.

—I-idiota... —Murmuró Romano, sabiendo que debía lucir como un tomate—. ¿Desde cuando que estás despierto?

España le robó otro beso antes de responder con una voz que le salió temblorosa de pura diversión. —Todo el tiempo.

—Hmph —Gruñó Romano con voz ronca. Si parecía que estaba correspondiendo el beso, era solo porque España le estaba succionando los labios.

En la luz de la Mañana - Hetalia [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora