¿Tú tampoco tienes a tus padres?

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Esa mañana el rubio amaneció inquieto, dudoso, temeroso y a su vez alegre. Sabía lo que quería hacer, como lo iba a hacer, pero, no quería hacerlo solo. Aun así, se sentía nervioso, lo pensó toda la mañana y cada vez más se animaba a hacerlo.

-¿Fox?

-Dime...

-Estaba preguntándome si de casualidad me puedes acompañar a un lugar hoy...

-¿Por qué? ¿No puedes ir tu solo?

-Sí, pero, no quiero ir solo, además solo quiero que me acompañes hasta la entrada del lugar, no es necesario que entres conmigo

-Bueno...- Lo pensó un poco. ¿Qué le costaba? - de todas formas no tengo nada que hacer...vamos

-Gracias Fox

-Aja, si...

Una hora después se encaminaron al sitio donde anhelaba ir el más bajo, seguido por el pelirrojo que no tenía idea de a dónde iban, aunque no le importaba en lo absoluto si no le convenía. Foxy nunca había sido del tipo de persona que le gustaba salir a pasear, caminar, ver la calle, la gente, etc. Ese tipo de cosas solo lo irritaban porque sabía (tanto o más que los demás) que la sociedad y la gente estaba condenada a morir por la estupidez, el egoísmo y la ignorancia (con unas cinco tazas de egolatría y superioridad agregadas de forma exagerada). Generalmente se aburría al partir al exterior, pero esta vez se sentía extraño: irritado por la gente, abrumado por el calor y harto de estar pendiente del rubio el cual por costumbre, nunca había salido a la calle caminando puesto que antes lo llevaban en auto, limosina, etc. Y no tenía necesidad de hacerlo. En pocas palabras: No se adaptó a aquello.

-Espera – se detuvo en frente de una florería – necesito llevar algo antes ¿me esperas aquí?

-Ok – el más alto asintió con fastidio, cruzado de brazos y pareciendo un delincuente con su expresión (facial y corporal) y su sudadera de zorro medio abierta.

Pudo divisar como el rubio hablaba con la señora de la florería, que le dio al muchacho un ramo de margaritas y claveles; se extraño por eso, observó como el joven daba las gracias, se despedía amablemente de la mujer y regresaba con él.

-Listo, vámonos – comenzó a caminar

- De acuerdo...

Unos quince o veinte minutos después se encontraban en la entrada de...

-¿Un cementerio? ¿Aquí querías que te acompañara?

-Oh, perdón, se me olvido decirte en el camino...- se excusó

- Supongo que por eso trajiste las flores

-Si... - observó las margaritas y los claveles con melancolía y una sonrisa cálida y tranquila mientras se posaba en frente de la reja de entrada – No es necesario que entres, espéreme aquí si quieres – y entró, subiendo las pequeñas escaleras que lo llevaban a un camino que se dividía para dar paso a estar cerca de las otras tumbas, caminando entre ellas.

El pelirrojo quedaba con una duda innecesaria, a su juicio, en aquella entrada. ¿A quién iba a visitar? Sin más, sin pensar, entró y alcanzó al rubio.

Cabe destacar que las tumbas de ese lado del cementerio eran muy artísticas, decoradas con estatuas y muy bien cuidadas; pero claro, la familia de Golden era adinerada y podían pagar para que las personas encargadas del lugar las cuidaran por ellos. El de ojos grises se inmovilizó en frente de una tumba con una hermosa estatua (aunque una de las pocas en estar algo sucias) de una bella mujer de cabello largo.

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