Pride (Lams Month)

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Alex conocía a su esposo muy bien, por algo se había casado con él. John era fabuloso de todas las formas y además de su atractivo físico —el cual era grande— era encantador, precavido, sincero, amable y un millar de adjetivos que podía darle al hombre que le había dado el sí en el altar. Ambos venían de unas increíbles vacaciones, la luna de miel que siempre había soñado, en un paraíso terrenal, una pequeña isla en la que no tuvieron que darle cuenta a nadie de su unión. En donde podían ser ellos mismos sin las críticas o las malas miradas que tanto le preocupaban a John.

Sin embargo, todo cambió de vuelta a casa. Ambos sabían que Nueva York comparada con los demás estados era la más liberal en decisiones que a ellos les convenía. Aun así, John no era de los que amara las muestras públicas de afectos o como Alex las llamaba "ponerse salvajes en la calle", en un sentido sumamente irónico y sarcástico, ya que lo máximo que había logrado era tomarle la mano y eso había sido para cruzar la calle.

Y ahora, en su primer día en la ciudad de sus sueños, como esposos luego de salir por unos tres años y mudarse juntos al año en el apartamento de Alex, él aun estaba dispuesto a esperar lo necesario para que su esposo lo besara al momento de que la esfera del Times Square bajara. Faltaban cinco minutos, estaban lo suficientemente cerca para ver la esfera, pero la misma distancia para que la multitud no los asfixiara, ese lugar era el Bryant Park.

—Quedan cinco minutos, Jack —Alex le sonrió mientras caminaban cerca de una de las fuentes congeladas por la temperatura de diciembre.

Ninguno de los dos, a pesar de la temperatura, rodeaban los brazos alrededor del otro. Alex por respeto y John por la concurrencia de familias en el lugar. Los árboles estaban escarchados, al igual que los pequeños arbustos que recorrían el sector, la fuente de agua que debería reflejar el agua cristalina estaba seca o cubierta de hielo, como sea que se dijera.

—Dos mil doce, suena un buen año, ¿no? —continuó con las manos en los bolsillos, con el frío de la noche como excusa, a pesar de contar con unos gruesos guantes que Alex le había regalado para su cumpleaños.

—Parece que sí. Se vienen grandes cosas, mi trabajo como maestro, tu primer viaje como biólogo marino certificado, varias salidas, visitas de tus padres y solamente nosotros siendo nosotros —el brazo de Alex se extendió un poco, si John no quería agarrarle la mano, al menos podía servir como escolta.

—Alex... no.

—¿Aún tienes miedo, Jack? Ahora tenemos derechos como todos los demás humanos, es inimaginable que demoraran tanto. Estamos casados —los ojos del azabache se iluminaron al retirarse el guante y mostrar con orgullo la banda dorada que adornaba su dedo anular izquierdo.

—Lo estamos. Pero ponte el guante que te va a dar hipotermia.

Una sonrisa se ocultó en los labios de Alex, negó con su cabeza y se quitó el otro guante. Esta noche sería la noche y haría todo lo humanamente posible para darle un beso de fin e inicio de año a su increíble y guapo esposo. Esas pecas...

—¡Alex! ¡Los guantes!

—Jack, eres mi esposo, no mi padre. Si lo fueras, sería muy extraño.

Aquello provocó que John soltara una especie de risita, muy rápido miró a los lados y tomó la mano de Alex.

—No será mi culpa que quede viudo un mes después de la boda —al escuchar esto, Alex creyó escuchar una segunda connotación en la frase y le pareció ver un pequeño guiño en el ojo de John.

No, quizá solo era un tic nervioso.

—Para que me aleje de ti, Jack, debe de abrirse el cielo o que el infierno venga a la tierra. Desde que dijimos sí, los dos estamos ligados al otro y no te desharás tan fácil de mí —con la otra mano, le dio un toquecito en la punta de la nariz, los rizos que caían en su frente nunca se habían visto tan formados.

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora