Los Pilares del Aire

Parte 1: 1150-1151

CAPÍTULO I

Albert era un joven constructor era alto, con piernas fuertes, barba y rizada de color castaño. Era maestro constructor, Albert tenía un hijo y una hija, el mayor de los dos, Alfredo era como su padre alto y con piernas fuertes este era aprendiz de albañil. Su hija María en cambio era como su madre valiente y baja con pelo oscuro y ojos marrones. Su esposa Gloria estaba embarazada de dos meses, se alimentaban con el dinero que ganaban Albert y Alfredo en la construcción para la casa del Señor del Señorío de Vizcaya. La casa era muy grande era para su hijo que se iba a casar con la hija del conde del Condado de Treviño. Una tarde mientras estaban en la construcción y Gloria miraba con María cómo iba, era una casa blanca,por lo menos tenía tres habitaciones. De repente Gloria estaba gritando cuando Albert se dio cuenta en el horizonte había una nube de polvo, eran jinetes. Por lo menos solo era uno, llegó y le dijo.
– Está casa no es necesaria,el hijo del conde no se va a casar, parar la construcción ahora mismo.
– Pero si queda poco para terminarla– se quejó Albert–
–¡He dicho que la paréis ahora mismo!– grito el mensajero–
–Esta bien voy a parar la construcción ahora– Dijo Albert–
–Que paséis un buen verano– dijo el mensajero–

CAPÍTULO II

José era un monje, acababa de acabar de ser novicio, estaba en el monasterio de Nuestra Señora de Estíbaliz. Era alto con ojos azules como diamantes y pelo rubio aunque no le cubría toda la cabeza ya que la parte superior, al ser monje la llevaba rapada.
Al estar ese monasterio muy lleno y ser el el último monje en terminar de ser novicio le mandaron a ver al obispo de Vitoria, una villa no mi lejana estaba a unas 5 horas andando, pero cómo iba a ir en mula se convertirían en 4 horas. Cuando José llegó fue a ver al obispo Antonio este estaba en la iglesia de San Vicente Mártir, le comentó lo que le dijeron en el monasterio de Nuestra Señora de Estíbaliz. Antonio le dijo que en la iglesia de Santa María necesitaban ayuda ya que había pocos monjes.

CAPÍTULO III

Era otoño y hacia frio, Albert y su familia no tenían dinero, por lo que no podían comer.
–Albert, ¿porque no buscas un nuevo trabajo?.–le pregunto Gloria–
–Ya hemos ido a a muchas iglesias y catedrales, y en ninguna necesitaban un maestro constructor.–le respondió Albert–
–No se porqué te has obsesionado con trabajar en una catedral en lugar de preocuparte por tu familia–se quejó Gloria–a demás necesito descansar.
–Vale descansaremos en un árbol y pasaremos la noche–acepto Albert, al fin y al cabo él también estaba cansado.
Se sentaron a la sombra de un árbol, Albert ordenó a María que llenara una olla con agua para hacer una sopa de cebolla, está se la dio a Albert un campesino. Mientras esperaban Gloria le dijo a Albert que irían a dar un paseo que ella se quedaría cuidando de la sopa. Antes se marchar Gloria le dijo a Albert:
– Construye para mí la Catedral más bonita del mundo.
Cuando se fueron Albert y compañía vieron una cascada con agua fresca que aprovecharon para beber.
Cuando volvieron Gloria no estaba pero en una cebolla ponía lo siguiente:
Albert, me he visto indefensa para seguir aquí cuida de María y Alfredo, si me queréis buscar me dirijo a Vitoria al convento de San Francisco.

CAPÍTULO IV

Cuando Gloria llegó al convento no podía continuar, las monjas del convento la tumbaron en una cama para que diera a luz, tras dar a luz, Gloria murió, las monjas cuidaron del chico de Gloria le decidieron poner de nombre Álvaro. A las pocas horas de morir Gloria fue enterrada en el cementerio del convento, al poco tiempo llegó Albert y su familia, Albert pregunto a una monja baja y muy anciano quien estaba siendo enterrada está le explicó que era Gloria una joven que acababa a dar a luz. Tras oír esto María se puso a llorar, Albert le explicó que era su mujer y le pregunto si le dejaba ver al recién nacido, la monja se lo enseño.
A Alfredo se le ocurrió que como había nacido en un convento podrían dejarlo y entregarlo a Dios.
Albert acepto a lo que la monja les dijo que se dirigieran a la Iglesia de Santa María ahí lo podrían dejar además le darían cobijo.

Cuando llegaron, Albert se dio cuenta de que las columnas estaban muy dañadas y el tejado también por lo que igual conseguía trabajo, fue a ver al obispo Antonio, Albert le explicó lo que pasó con Gloria y su hijo, también le explicó que la catedral estaba muy dañadas y que podría derrumbarse en cualquier momento. Antonio le dijo que Álvaro podría entrar como novicio, pero le negó la reconstrucción por falta de dinero, pero le dieron cobijo a él y su familia.

Durante la noche mientras dormían se
Oyó un ruido. Cuando salieron la Iglesia estaba en llamas. Antonio se acercó a Albert y le dijo que lo cogeria como maestro constructor, al día siguiente Albert fue con Antonio a ver las ruinas. Estaba peor de lo que esperaban, Albert marcó las piedras que tenian que quitar para que no se derrumbaran. Cuando llegó el medio día ya estaba la nave central, falta el crucero Sur y norte, eran un poco más difíciles de limpiar, era la parte que estaba en peor estado. Eso lo dejarían para otro día.

CAPÍTULO V

Mientras se reparaba la Iglesia, una mujer se acerco al obispo Antonio.
—¿me podria usted decir quien es el maestro contructor?—pregunto la mujer
—No aceptamos mas constructores—fue la respuesta del obispo.
—No vengo a buscar trabajo, solo me gustaría conocer al maestro— le contesto la mujer.
—es Albert, lo puedes encontrar en la casa de invitados—le contesto el obispo irritado.
Cuando Albert estaba trabajando en la casa de invitados, la puerta se abrío era una mujer acompañada de lo que parecia ser su hijo.

La mujer era alta, de pelo castaño claro, Albert le hecho a primera vista unos 30, 2 menos que Albert. Su hijo medía una cabeza menos, tenía el pelo castaño oscuro, Albert supuso que su padre tendría el pelo de color negro.
La mujer se presentó como Alba, tenía 28 años dos menos de los que le había echado Albert. Su hijo se presentó como Luis. Le explicarón que el padre de Luis murió hacía mucho, fue acusado de robar una reliquia de la Iglesia, y lo llevaron a la horca.