Varios guerreros de alto nivel fueron desplegados en diferentes lugares de la frontera, teniendo todos ellos un atributo en común, el de ser de la más absoluta confianza.
Su misión era tan sencilla como misteriosa. Debían hacerse pasar por aventureros normales del nivel de la zona, aventureros que habían ido allí a luchar. Era necesario no sólo que se mezclaran sino que pasaran desapercibidos.
El objetivo final era localizar y proteger a una elfa llamada Goldmi, que iba con una enorme lince y de la que tenían su descripción. No debían interferir en su camino, no debían evitar que luchara, pero debían evitar a toda costa que muriera, incluso ayudarla manteniendo un perfil bajo. Y, evitar excepto en casos extremos, ser descubiertos, en especial por ella.
Algunos pensaban que era alguien importante, quizás de la realeza de algún país vecino, o cercana a algún noble poderoso. Que si moría, podían perder una valiosa ayuda.
Otros pensaban que era la hija de alguno de los altos mandos, y por ello se sentían un tanto indignados por aquella misión. Entre ellos, estaba una maga nivel 60, que se hacía pasar por sanadora nivel 35, con un par de hechizos de curación y otro de ataque. Escondía sus armas más poderosas, las que podía usar con poca frecuencia en aquella zona, pues allí el maná no era muy denso, así que necesitaba tiempo para recuperar el que gastaba con sus hechizos más costosos.
Su aspecto era algo extraño, como una mezcla entre una elfa y una planta, pues era precisamente eso, una drelfa, hija de una dríada y un elfo. Casualmente, era sobrina de otra dríada llamada Melia, cuyo nombre Goldmi había oído más de una vez en boca de Eldi.
Maldoa suspiró mientras entraba en el puesto avanzado, uno de esos fuertes precarios de madera, y uno de los lugares en los que era más probable que apareciera aquella presunta elfa consentida y sobreprotegida.
En realidad, sí que era cierto que aquella elfa gozaba del favor de los más altos mandos, de hecho, incluso más allá. Si supieran que era amiga de las hadas, a más de uno de aquellos aventureros les habría costado creerlo, hubieran asumido que se trataba de una broma.
Pero ni siquiera era la relación con las hadas el verdadero motivo, sino lo que representaba, la esperanza de darle la vuelta a aquella guerra, la de contraatacar, la de acabar con los generales enemigos. Una esperanza que no podían arriesgarse a perder. No cuando las propias hadas la habían reconocido.
Kroljo estaba sentado frente Jralon. Si hubieran sido los dos únicos allí, se hubieran enzarzado en una pelea a muerte. Se odiaban. Sin embargo, había allí otras sombras, representantes de varias zonas, muchas de ellas enfrentadas entre sí.
No obstante, tampoco éstas sombras podían pelear allí. No sólo temían que otros enemigos aprovecharan la ocasión, sino que Padre presidía la reunión, aunque no estuviera físicamente allí. En su lugar, estaba Warkmon, un vampiro, uno de los sirvientes de Padre.
–Han desaparecido varias sombras inmaduras y cuatro sombras adultas. Jralon, algunos eran de los tuyos. ¿Qué sabes?– preguntó el vampiro.
–¡No hay duda de que ha sido Kroljo! ¡Nadie más podría haberlo hecho!– acusó éste, explotando con ira.
–¡Cómo te atreves! ¡Habéis sido vosotros los que habéis estado conspirando!– se encaró el aludido.
Los dos se cruzaban acusaciones, convencidos de verdad que la culpa era del otro, y obviando sus propias conspiraciones, las que no habían salido bien.
Warkmon suspiró, siempre era igual. Claro que si no tuvieran esas personalidades, no los habrían podido llevar a su causa, no los podrían haber convertido.
–¿Alguno tiene alguna prueba? ¿Algún indicio? ¿Alguna pista?
–Bueno, no. Pero acabaron con todos. ¿Quién más podría hacerlo? Los demás están lejos, y las hadas no pueden entrar tan adentro. Sé que Jrevlo seguía a unos vivos, seguro que quisieron quedárselos para ellos– argumentó Jralon.
–¿Vivos, que clase de vivos?– preguntó el vampiro, antes de que Kroljo pudiera intervenir.
–No lo sé, sólo que eran dos– se encogió de hombros la sombra, un tanto sorprendida por el interés del enviado de Padre.
–¿Kroljo?
–No sé nada de esos vivos. Envié a Droxdlir a investigar, pero desapareció. ¡Tuvo que ser Jralon!
Warkmon frunció el ceño. No iba a sacar nada, pero estaba casi seguro que no se habían matado entre ellos. No hubieran podido contener una mirada condescendiente, o evitar burlarse de su enemigo.
Lo que le preocupaba eran aquellos dos vivos que habían aparecido poco antes de las desapariciones. Debía informar a su señor cuanto antes, por si no era una simple casualidad.
Se temía que fueran algunos de los guardianes supervivientes, que hubieran encontrado la forma de luchar, que hubieran encontrado la forma de usar la Llama para enfrentarse a ellos. Quizás sólo era una especulación, pero era su señor quien debía decidirlo.
No obstante, primero tenía que seguir con aquella reunión y conseguir cuanta información pudiera.
–¿Movimientos inusuales de tropas? ¿Algo fuera de lo común? ¿Ha desaparecido alguna sombra más?
–Una el la zona siete. Un enfrentamiento con un hada. No sabemos que fue de ella– informó otra de las sombras.
El vampiro descartó el incidente. No era algo fuera de lo común. Sólo esperaba que el hada también hubiera sucumbido.
El resto de la reunión fueron informes de tropas, planes de ataques, posibles trampas para vivos, movimientos de sus enemigos...
Hizo como si prestara atención y le diera importancia, e incluso les dio algunas palabras de ánimo y elogios. Sin embargo, sabía que la situación actual era de un equilibrio difícil de superar.
Necesitaban encontrar algo para romper la balanza, pero por ahora no era nada fácil. La parte positiva para ellos era que tampoco sus enemigos podían avanzar, y ni mucho menos recuperar el terreno perdido.
Así que les dejaban hacer a aquellas sombras y seres corrompidos. A aquellos peones que habían sido seducidos por promesas de poder y venganza. Tenían la esperanza de que hicieran algo útil. Y, si no era así, siempre servían de distracción.
Lo verdaderamente importante para ellos era encontrar la Llama, pero habían perdido la pista de los supervivientes, de aquellos que habían escapado de su señor. De aquellos que supuestamente habían traicionado a su señor.
Puede que no fuera la verdad, pero tampoco era como si la verdad fuera a cambiar la actitud de ninguno de los allí presentes. Al fin y al cabo, la única verdad en la que creían era aquella en la que querían creer.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...