Capítulo setenta y cinco.

179 17 4
                                    


–Me sorprendió que tu prima llegará de repente al parque donde solemos reunirnos –explicó irónico–. Sabes perfectamente que revelar nuestros lugares de reunión es una falta grave.

–Esa maldita entrometida solía seguirme, seguramente así lo supo. Yo no se lo dije.

–Debiste hacerle algo muy malo para que te odie tanto –rio negando con su cabeza–. ¿Sabes lo que dijo? –levantó su ceja y no esperó una respuesta–. Dijo; "Seguramente Danbi hizo algo malo y por eso huyó, así que ahora les diré dónde encontrarla para que la castiguen" –apretó sus dientes y aferró el agarre en mi brazo sacudiéndome–. ¿Cómo sabe ella acerca de los castigos? ¡Eres una maldita boca suelta!

–Yo no le dije nada –me expliqué intentando no gritar de dolor–. Vivíamos juntas, seguramente revisaba mis cosas... los cuadernos donde apuntaba las reglas...

–¡Dejaste a disposición de cualquiera nuestras enseñanzas! –caminó hacia adelante empujándome hasta lograr que mi espalda golpeara contra la pared y aun estrujando mi brazo continuó hablándome con tono amenazante–. Esa es una falta aún más grave Danbi. ¡Tú sabes que castigo mereces!

–¡No! –gruñí apretando mis dientes conteniendo mi dolor–. Yo no le dije nada a nadie.

–De acuerdo de acuerdo –canturreó cambiando drásticamente su expresión a una sonriente y soltó mi brazo, dio un paso atrás y se cruzó de brazos–. Estoy dispuesto a perdonar todas esas faltas graves con una condición.

–¿Qué... condición? –cuestioné mirando al piso.

–Tienes que regresar.

–No –levanté la mirada–. Ya me eh establecido aquí, no puedo regresar –aclaré mi garganta–. No quiero regresar.

–De acuerdo, no tienes que regresar al pueblo, pero si a nuestra organización.

–¿Cómo? No... no te comprendo.

–Esa es la razón por la que quiero que regreses a la pandilla, necesito que estés al frente del grupo que empezará a reunirse en esta ciudad. Quiero que reclutes más gente y te encargues de todo junto con Fievel, yo vendré una vez por semana a ver cómo van las cosas.

–Con Fievel... –repetí pensativa al recordar al mencionado, aquel era un sujeto tranquilo y agradable.

–Él vendrá mañana y se quedará contigo.

–¿Qué?

–No tiene donde quedarse y tú vives sola así que se quedará contigo.

–Pero yo ni siquiera eh aceptado regresar a la pandilla.

–¿No eh sido lo suficientemente claro? –levantó sutilmente su camisa para mostrarme el arma que llevaba en la cintura de sus pantalones–. Es una orden. No me hagas enfadar –sonrió retorcidamente.

Resoplé indignada, mis ojos escocían por dolor e impotencia y seguramente mi rostro lucía tan rígido porque mantenía mi mandíbula demasiado apretada conteniendo varios insultos, en cualquier situación mandaría a volar a quien intentase darme ordenes tan arbitrarias, pero este sujeto tiene un arma y sé que no dudaría en usarla. Aún no quiero morir así que más me vale hacer lo que él diga.

–Bien –accedí.

–Dame tu teléfono –estiró su mano.

Entregué mi teléfono obedientemente y lo vi digitar en la pantalla con una enorme sonrisa, pronto su teléfono sonó.

–Bien, ese es mi número y ya tengo el tuyo –me devolvió el teléfono–. Vas a llamarme todos los días para reportarte conmigo e informarme de absolutamente todo y ahora –guardó su teléfono en el bolsillo–, dime donde se esconde esa rata de Ryu.

RUDEWhere stories live. Discover now