El pitido de la llamada poco a poco lo volvía loco. Debían responder, lo necesitaba.
- 911, ¿Cuál es su emergencia?
Pronto su respiración se volvió pesada y entrecortada, jadeando a través del celular y haciendo dudar a la mujer tras la línea.
- No creas que no puedo con ello, con cada drama, una parte de mí muere. Es masoquista, lo sé, pero no debería importar.
Sus manos temblaban, mientras que sus ojos viajaban de lado a lado en la habitación vacía en la que estaba. El celular quemaba sus dedos, eso sentía, pero no podía soltarlo, necesitaba terminar.
La mujer tras la línea guardó silencio, sin saber bien cómo responder. Poco después murmuró según libreto:- ¿En qué puedo ayudarle?
- Creo que le gusta ver el dolor en mis ojos, y aunque sabe que soy un enfermo; me besa y me promete que todo va a estar bien. - tosió - los dos sabemos que es mentira, porque mientras más estoy con él, menos vivo.
Pronto, se removió en el suelo, tirando de su cabello con fuerza, arrancando un pedazo de este y jadeando nuevamente, como si hablar le cansara.
Golpeó fuertemente su cabeza con la pared, perturbando a la mujer tras el celular, que se paralizó, grabando la llamada con rapidez.
Él, rió sin obtener respuesta, así que agregó: - ¡Doctor, que está en la otra línea, él no vuelve hoy y yo tomé mi última píldora! - gritó, para luego carcajearse - ¡Necesito algo para calmar mi dolor! Los demonios tocan la puerta, siento que están aquí por su muerte.
Los superiores de la mujer tras la línea, con apuro, se acercaron a ella, haciéndose cargo de llamada desde un teléfono cercano. Un hombre era el que hablaba diciendo: - 911, ¿Puede decirme dónde se encuentra?
- ¡911! - chilló, jadeando ante la nueva voz - Lo que necesito es un doctor, que saque mi corazón para que ya no duela. Porque él jugaba como si no se estuviera divirtiendo Conmigo - nuevamente, su cabeza chocó con la pared, ahora haciendo caer el teléfono. Pronto, él volvió a tomarlo y gruñó fuerte con enojo.
- Disculpe, señorito. No podemos darnos el lujo de atender bromas.
- ¡911! - chilló nuevamente, callándolo - Quisiera poder hacerlo yo, pero necesito que sea alguien más - pronto, su voz se quebró y el hombre tras la línea tembló - ¡Porque yo voy a perder a mi hombre, Voy a perder la cabeza!
Su llanto los descolocó, hacía unos segundos, el muchachito había reído, como si hubiera escuchado el chiste na gracioso que existía y ahora lloraba con fuerza detrozándose la garganta y el tímpano de las personas atendiéndolo.
- Seguro piensas que estoy loco, yo también, así que eso nos hace tres - rió, con lágrimas en sus mejillas. - ¡Sálvenme! No estoy demente, deberías saberlo. ¡Las voces, las voces! Apreciaría si intervienen.
- ¿Puedo saber dónde está?
- ¡Doctor, doctor! Debería ayudarme, ayúdeme. Las voces solo dicen su nombre y, poco a poco, empiezo a creer que son reales - jadeó, de pronto, gritó con fuerza, haciendo eco en la vacía habitación y asustando a las personas tras la línea. Lloró, gritando y desgarrando su garganta sin vergüenza. - ¡Socorro!
Las personas se mantuvieron en silencio, escuchando como el muchacho tras la línea bombeaba su cabeza una y otra vez contra la pared, gritando con fuerza y luego carcajeándose desentonadamente.
- ¡Perdí a mi hombre ~! - canturreó, clavando sus uñas en sus manos, mientras escuchaba tan solo silencio en su celular - ¡Mi mente! ¡La perdí cuando lo maté!
- ¿Disculpe? ¿A quién mató?
- A mi hombre, doctor en la otra línea.
Y aventó el celular contra la pared, rompiéndolo, para luego estallar en carcajadas, tomando el cadáver bajo suyo para abrazarlo y dejar un pequeño beso en sus fríos y rotos labios.