Capítulo Único.

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Willy tembló, sintiendo sus mejillas arder, y es que la incomodidad en ese momento era tanta que hasta el vital acto de respirar le parecía completamente penoso. Miró de reojo a la persona que se encontraba sentado junto a él en el vehículo, a pocos o nulos centímetros suyos. Sus labios se movían al compás de sus palabras, pero Willy simplemente estaba demasiado apenado para escucharlo, y por donde iban los hilos de la situación, Samuel no se había percatado de ello. Y es que a veces, sólo a veces, Willy agradecía el hecho de que su amigo fuera tan despistado.

La idea de que hacía sólo unas horas estuvo a punto de besar esos labios que ahora se movían y fruncían sin parar le daba escalofríos, no por disgusto, sino que por vergüenza. Obviamente Vegetta no se había percatado de las intenciones iniciales del chico y simplemente se había acercado a él para plantarle un beso en su abultada mejilla, provocando que Willy abortara la misión inicial y simplemente girara su rostro con velocidad, rogando por los cielos que nadie se haya dado cuenta. Pero como pudo ver luego de eso, sólo podía decir unas cosas.

Vaya que se dieron cuenta.

Pero como siempre, Samuel andaba en el país de las maravillas. Alicio debían llamarle, sí señor.

— ¿Qué dices? — Preguntó este. Willy se sobresaltó, mirándole aterrado.

— E—Ehm...sí. — Dijo, desviando la mirada con nerviosismo. No tenía ni la más mínima idea de lo que Samuel le había propuesto, pero después de todo era su mejor amigo, no podía proponerle nada malo, ¿cierto?

Luego de una hora pudo darse cuenta de que estaba equivocado, pero ahora, el hecho de pensar eso calmaba sus huesos.

Llegaron a lo que parecía ser el hotel en donde Luzu se hospedaba, no tenía idea de porqué estaban ahí, pero era mejor no preguntar, no se iba a delatar. Luego de pagar al taxista, Vegetta bajó del coche y quizás por mera costumbre, sujetó la mano de Willy con fuerza, provocando el sonrojo de este. Y es que por más de que casi no lo demostrara, de que casi no se notara, Samuel volvía loco a Willy.

Entraron con rapidez, saludando a la amable recepcionista del lugar. Normalmente Luzu se quedaría con uno de ellos, pero esta vez se había decidido por un hotel, así tendría “más espacio para sus regalos”, según había dicho. Caminaron hasta el ascensor, aún tomados de las manos; Vegetta sonreía animadamente, comentando las cosas que le habían pasado en todo el evento, mientras que Willy miraba al piso, sonriendo de lado. Su corazón latía apresuradamente, sus manos le sudaban, sentía todo un remolino dentro de su estómago, y sus mejillas estaban en llamas, pero la felicidad no le cabía en el corazón. Había sido un gran día. Al entrar al ascensor, Willy simplemente se recostó por la pared de metal y suspiró, cansado.

— ¿Por qué carajos tuvo que elegir Luzu el piso más alto? — Murmuró Vegetta, presionando uno de los muchos botones. Luego, simplemente se acercó a Willy, descansando su cabeza en el hombro de este, cerrando los ojos.

— Estoy muerto. — Suspiró.

— No eres el único. — Dijo Guillermo, chocando su cabeza contra la del mayor, para luego reír.

— Cabezón. — Rió Samuel, separándose de Willy con rapidez. De repente, la oscuridad invadió la pequeña habitación artificial, para luego sacudirse, provocando que el menor de ambos choque fuertemente contra el piso, soltando un pequeño quejido de dolor. — ¡Willy! ¿Estás bien?

The Elevator | One-shot Wigetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora