CAPÍTULO 35-2T: A LA DERIVA

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"El pronóstico del tiempo será frío con tendencia a nevada por uno aproximado de tres horas. Es recomendable tomar sus precauciones más si va a conducir..."

Apagó esa maldita radio, el ruido que emitía era molesto, lo odiaba. ¿A quién le importaba si nevaba o debía tener cuidado? ¿A él? Para nada. Es más, ojalá que así llegue su fin. Sería tan bueno para no tener que abrir sus ojos y ver que ya era otro día. El cuerpo le pesaba como para ponerse de pie. Se dejó ahí en la cama mientras cerraba los ojos e intentaba volver a sus sueños. A la irrealidad, a un lugar donde pudiera estar todo bien, donde nada malo pasó, pero al momento que cerraba sus ojos un mar de recuerdos dolorosos volvían a su mente. Como si el mismo Dios quisiera que él viera todo nuevamente, que viera todo lo que hizo y que sufra más. Terminó por golpear la cama ante el enojo de no poder dormir.

Se sentó al borde esperando adaptarse al lugar donde estaba. La tenue luz que lograba entrar por esas cortinas daban un aspecto lúgubre a la habitación, aunque eso no importaba en lo más mínimo. Simplemente estaba ahí sentado mirando a la nada. Miró el reloj que colgaba en la pared y marcaban las doce del mediodía. Aunque para aquel hombre no parecía que fuera así de tarde. Más bien, para él el tiempo no pasaba en sí. Estaba detenido desde ese día. Sus ojos solo volvían a esa mesa de noche donde estaba aquel collar roto. Cada vez que sus ojos se dirigían a ese lugar, rogaba no verlo, lo pedía inconscientemente, pero no. Ahí estaba remarcándole que todo lo vivido era real. Que se había acabado todo.

-¿Disculpe? –escuchó un golpe a la puerta- La comida está lista... por si quiere bajar.

Aquella voz solo dijo eso y se escuchaban sus pasos al irse. Su mirada fue a la puerta y no entendía qué ganaban diciéndole eso. Simplemente juntó fuerzas en sus piernas para ponerse de pie y buscar algo en su gaveta. Se puso su chaqueta, sus lentes que antes tenían gracia para él y Salió de esa habitación de hotel.

Seven o, mejor dicho, Saeyoung Choi no era nadie. Volvió a surgir desde la oscuridad para terminar en otra peor. Una habitación de hotel que puso llave y caminó por los pasillos para ir a la primera planta. La dueña de la voz lo miró para indicarle el comedor, pero este la ignoró y salió de aquel lugar. Hacía frío, el viento revolvía sus mechones enredados y helaba sus mejillas.

Frío. Eso sentía mientras miraba por dónde caminar. Y recordó el camino que estaba buscando, sus pies empezaron a moverse. Se hundía en la nieve y el frío lo acobijaba, pero a él no le importaba. Qué importaba eso en sí, ya no había nada ni nadie. Si podía acabarse todo ahí, capaz era lo mejor, pero esa maldita buena salud que tenía se imponía que se enfermaba aún con la poca ropa que tenía. Era invierno en su máximo esplendor. La nieve gobernaba todo a su alrededor, no sabía en qué parte del mundo estaba, tampoco le importaba. Ya se había acostumbrado a aquel lugar así que era más que suficiente para él.

Terminó por entrar a ese establecimiento como otros días, buscó una mesa disponible y se fue a sentar. Suspiró con la mirada vacía. De su bolsillo sacó aquella perla. Era una hermosa perla, lo era. Y por un isntante parecía que se dibujaría una sonrisa en sus labios, pero solo había un dolor hondo y punzante en su pecho. No sabía cuánto había pasado de ese día, ¿uno? ¿dos? ¿tres? No lo sabía, pero le parecía que fue hace solo unas horas. Solo unas horas de haber destruido ese amor que era su estrella. Ahora todo estaba oscuro. Todo se apagó, nada brillaba. Él estaba en la más absoluta oscuridad.

-Sí me das esa perla, te daré toda la bebida que quieras por un año. –le dijo un hombre barbudo cuando llegó a su mesa y le dejó una botella con un vaso.

-Largo. -Solo dijo eso con una voz tan fría que podría matarlo. El hombre hizo un bufido y se marchó de ahí. Ese chico se había vuelto en uno de sus mejores clientes durante los últimos meses así que no lo iba a molestar. Aunque esa perla era preciosa.

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