8. Los renegados

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La mayoría de los chicos estaban paralizados

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La mayoría de los chicos estaban paralizados.

La rubia que habló con Twar, a quienes algunos se refirieron como Shael, cayó desmayada al ver la terrorífica escena que se había formado. Blish, quien estaba a su costado, la sostuvo antes de que tocara el suelo y la bajó con cuidado, tratando por todos los medios posibles de despertarla.

Alrep apartó la vista de ellas y se enfocó en la criatura. Tenía una figura humanoide y no era más alto que el de mayor estatura de los presentes, pero tampoco era tan bajo como Twar. Tenía el cabello rubio ceniza cubierto con ramitas, hojas y manchas de tierra, además lo llevaba entrecortado, más largo por ciertos lados y carente de él en otros. Desprendía un olor hediondo y tenía las ropas hechas jirones, le faltaba un zapato y el único que tenía estaba roto. Por si fuera poco, su sonrisa era una terrible mueca torcida que mostraba menos de quince dientes, todos amarillentos y con diversas manchas negras.

Una pelirroja no pudo retener el vómito.

Lo que se hacía llamar un renegado se abalanzó sobre Awa. La chica, paralizada por la sorpresa inicial, no pudo evitar ser derribada por la criatura, pero de una patada se lo quitó de encima, obteniendo un rasguño como recompensa. El renegado gruñó e hizo ademán de abalanzarse nuevamente sobre ella, esta vez, blandiendo una pequeña daga que traía en lo que restaba de su maltrecho pantalón. En vista de ello, un grupo de chicos que se encontraban cerca corrió en su ayuda, pero a pesar de sus esfuerzos, se notaba que muchos de ellos no tenían experiencia en el combate, y aunque eran mayoría, el renegado los hería uno a uno.

Algunos se retiraron cuando sus heridas se notaron realmente desastrosas, sumándose otros al enfrentamiento, mientras los demás ayudaban a sus compañeros lastimados o simplemente tenían miedo de intervenir.

Amaru también se había abalanzado sobre la criatura, pero no tardó en ser lastimado en una de sus patas, por lo que tuvo que correr en busca de su dueña.

Esa fue la gota que derramó el vaso. Alrep salió de su estado de estupefacción y, observando con lástima a los chicos que trataban de deshacerse del renegado a pesar de las mordeduras y arañazos que recibían, empezó a hacer lo que mejor se le daba.

—Tha mi a 'guidhe cuideachadh draoidheachd —susurró.

Un humo turquesa empezó a manar de sus extremidades, expandiéndose desde la punta de sus dedos hasta cubrir a todos los presentes. El renegado dejó de pelear, al verse aislado entre una densa neblina y no ver más allá de esa pared turquesa que Alrep había formado.

Sonrió satisfecha, a pesar de los murmullos de consternación de los demás chicos, que también habían sido cubiertos con el humo para protegerlos de la vista del renegado.

—¿Qué está pasando? —escupió.

La criatura estaba rodeada, aislada en un pequeño espacio circular bordeado de neblina turquesa. Alrep susurró nuevamente y un poco de aquella neblina se condensó hasta solidificarse en una pequeña daga, cuya hoja era tan solo un poco más larga que la palma de su mano. No estaba en su campo de visión, así que, una vez que sostuvo el arma en su mano, atravesó la densa neblina para posicionarse cara a cara con la criatura.

Alrep: La joven de la perlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora