CAPÍTULO 3

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La creciente amenaza.

El último impacto.

Una batalla.

La posición de aquella nave era inferior a la de su adversaria, posicionándose en un punto desventajoso, que requería mayor esfuerzo que ejercer para escapar. Estaba dentro del campo estratégico de su adversaria, cosa que, sin duda, era un problema.

Los bombardeos que le habían alcanzado, consiguieron fracturar su motor, provocando su mal funcionamiento y, a su vez, su dificultad para moverse en el vacío del espacio.

—Tenemos que reactivar el sistema -se dirigió Aiden hacia la peli-cobrizo a su lado—, debemos impulsarnos.

—La nave está en estado crítico —señala en respuesta.

—Es lo que tenemos por ahora, no hay otra opción —sentenció—. Blake, reactiva el motor y alimenta el propulsor. Avísame cuando tengamos suficiente potencia, se están acercando...

—¿Crees que al motor le guste un poco de cerveza?

—Muy gracioso, si quieres pregúntale luego de que te golpee por lo estúpido que te comportas en una situación como esta —le regaña Kaaira enfurecida y exaltada, de alguna forma nerviosa.

Otro bombardeo golpeó fuertemente la nave y el sistema de advertencia se activó, ralentizando el trabajo de reinicio del motor.

—¡Necesitamos apurarnos! —exclamó el castaño sobre el ruido.

—¡Los controles están fallando!

La peli-cobrizo tomó los controles en las tabletas junto al pelinegro, proporcionándole su ayuda, mientras que, simultáneamente, Aiden realizaba el reinicio manual.

—¡Volverán a atacar!

—¡Solo un momento, prepara el curso! —exclamó Kaaira.

Y cuando se vieron preparados, la nave arrancó, viajando a través de la luz con gran velocidad. Sin embargo, poco a poco descendía su energía. Los daños eran irreparables y aunque habían conseguido librarse de aquel ataque, lo que se aproximaba no había tenido lugar en sus planes, la nave sucumbiría en cualquier momento.

—Debemos aterrizar, el motor se está desintegrando —informó Blake, sin despegar la vista del computador.

Aiden detuvo la aceleración, manteniendo constante el curso de la nave.

—Kaaira, dame las coordenadas del planeta más cercano —ordenó.

Agapé, ¿te sirve? —cuestionó.

—Todo sirve bajo las circunstancias en las que estamos —bromeó, sonriendo ligeramente.

La atmósfera de aquel planeta vislumbró a través del cristal que dividía el oscuro espacio del interior de la nave. El planeta en cuestión estaba oscurecido por una noche perpetua, puesto que no se encontraba cerca de alguna estrella a la cual orbitar, pero, en su lugar, poseía una especie de barrera protectora que evitaba que todo en aquel planeta quedara envuelto en hielo.

—No pudimos encontrar un mejor lugar para pasar el verano, claramente —soltó el pelinegro.

—El que se congele primero, pierde —rio el castaño, adentrándose en la barrera para observar la cuidad iluminada con fluorescente faroles y drones que flotaban sobre los edificios y rascacielos.

Aiden localizó cercana una pista de aterrizaje antes conocida y descendió la nave hasta que sintieron el del suelo bajo el soporte de aterrizaje. Bastaron un par de segundos para que un grupo calificado de guardias se acercaran preparados para disparar.

Homeri Oddysea UniversumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora