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Recién habiendo escapado de los maltratos de mi amo en los campos de algodón de Rosedown, Nueva Orleans recorrí a pie más de 2000 kilómetros alimentándome únicamente de sobras, en busca de mi primo Elon quien me asegura un gran futuro trabajando en los muelles neoyorquinos.
La vida para un esclavo negro como soy yo no es fácil, jamás lo ha sido ni lo será. Para mi desgracia soy producto de una violación, un bastardo más en esta sociedad ante los ojos de todos los hombres blancos que me miran con desprecio. Cuando llegué a la creciente ciudad tras días o semanas de andar sin descanso, busqué a mi primo en su trabajo. Pero no estaba, me vi obligado a preguntar por él.
-Elon Abiomba ha muerto. Una pelea callejera le costó la vida.
Uno de sus compañeros me dijo, había sucedido en los últimos días, y yo no me había enterado. ¿Con qué cara me mostraría ante mis tíos? Pedirles cobijo cuando ni siquiera estaba al tanto de la muerte de mi primo, no podía hacerlo.
Por lo tanto me encontré en las afueras de un bar de mala muerte, no podía costearme el alcohol así que preferí no entrar y encontrarme con tentaciones. Se comenzó a oír más actividad dentro del bar, los gritos aumentaron hasta oírse claramente junto con la puerta abriéndose y un señor salió volando fuera del establecimiento.
-¡No regrese! Podrá ser blanco pero si no paga sus apuestas tiene menos orgullo y honor que cualquiera de nosotros.- le gritaron desde dentro.
Un blanco en un bar de negros ¡quién lo diría! El señor se levantó del suelo mientras intentaba arreglar su sombrero.
-Se han quedado mi chaqueta ahí dentro.- soltó una risa amarga, procuré no mirarlo pero este no se movía, tuve la impresión que se estaba dirigiendo a mí.- ¡Ey! chico. ¿qué tengo que hacer para que entres por mi chaqueta?
Mi mirada se desvió hacia él, era ingenuo o tomó demasiado, de cualquier forma lo ignoré. Se puso de cuclillas examinándome y terminó sentándose a mi lado.
-¿Mal día eh? Comprendo, mi jefe me ha negado la paga prometida. ¡Te harías en tus propios pantalones si te dijera cuanto dinero era!- acercó su rostro y su aliento alcoholizado chocó con mis fosas nasales.- "Tesla, usted no tiene nuestro humor estadounidense".
Dijo esto último agravando el tono de su voz, estaba más borracho de lo que yo jamás llegaría a estar. Hizo ademán de levantarse pero terminó cayendo nuevamente.
-Te diré algo chico.- acercó su rostro nuevamente.- pienso renunciar.- susurró mientras reía.
-Señor...
-Llámame Nikola.- me interrumpió.
-Señor, creo que debería irse a su casa.
-¿Por qué estás afuera del bar y no dentro como la gente normal?- preguntó ignorando mis palabras.
-Es un lujo sentarse en la banqueta Señor.
-Pamplinas.- se levantó de un salto.- ¡No tienes dinero ni un lugar mejor a donde ir!- dijo alzando la voz y apuntándome con su dedo flacucho.