Visiting South Carolina (Lams Month)

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Los anuncios de vuelos por los altavoces eran los más notables por sobre las demás voces de las personas, quienes corrían porque llegaban tarde, caminaban a recoger sus maletas o se mantenían parados frente al desembarque de los vuelos de Nueva York a Carolina del Sur. De las tres opciones, la última era en la que se encontraba John Laurens, ahí solo, sin que sus padres supieran que iba al aeropuerto, con un cartel de mediano tamaño en sus manos y el nombre de su novio a larga distancia escrito con marcador en letras cursivas.

Según las pantallas, el vuelo debió haber llegado hace una media hora; sin embargo, el aterrizaje no había sido anunciado y John no había encontrado la melena azabache de Alex entre la multitud de pasajeros que empezaban a bajar.

Ellos se habían conocido en el último año de la secundaria, John tres años mayor a Alex, estaba en un curso superior al de su novio —quien era increíblemente brillante que se había saltado un curso— y luego de graduarse y estar con él logrando superar el obstáculo de la distancia; ya que por cuestiones de su padre le había tocado regresar a Carolina para cursar la universidad, decidieron que era momento de hacerlo oficial.

Fue por ese motivo que ahora John, con ansiedad y preocupación de la reacción de sus padres —especialmente de Henry Laurens, el padre más conservador de la tierra—, esperaba a que Alex saliera del andén. A lo lejos, y luego del anuncio por la voz monótona de quien anunciaba los aterrizajes, su hermoso novio estaba caminando con la mirada perdida, pasándola por la cafetería, la rampa de maletas, hasta detenerse en los ojos almendrados de John, los cuales les sonrieron con todas las pecas que tenía alrededor de ellos.

—¡John! —le gritó saludándolo y se rio, mientras corría hacia él, al leer el cartel que John tenía sobre su cabeza.

Bastó escuchar esa voz, que pensaba que solo escucharía por la estática y mal servicio del Skype, para que el cartel cayera de sus manos y John abriera los brazos para darle la bienvenida a su novio a la ciudad de la que había venido huyendo desde hace tiempo.

—¿Estás más alto? —bromeó escondiendo su rostro en el espacio entre el hombro y la cabeza de Alex.

Sus brazos lo rodearon en un abrazo que le devolvió toda la confianza que necesitaba para agarrarlo de la mano y presentarlo frente a todos como su novio; pero había dos problemas: estaba en Carolina del Sur y sus padres no sabían que tenía novio.

La cuestión era simple, su madre sabía la forma en que se sentía con los chicos, su padre no había dicho nada del asunto y eso era lo que más miedo le daba. Con solo el recuerdo, pensó en varias alternativas que tenían para saltarse la presentación y las preguntas; no obstante, eso era no ser justo con Alex. Y dejando de lado su embrollo mental, lo que más quería era complacer y hacer feliz a Alex.

—Tú sigues igual, John —se inclinó para besarlo, pero que estuvieran rodeados de personas, no hacía fácil esa decisión, así que solo le tomó la mano y lo haló a buscar su equipaje.

Ya de camino a su casa, John aceptaba el hecho de que estar apartado de Alex lo había estado matando lentamente y que solo con su presencia cerca, había sido capaz de devolverlo a la vida. John levantó las manos que tenían juntas y besó su dorso. A lo lejos, alguien gritó:

—¡Hagan sus cosas en otro lado!

Alex no se quedó callado y le devolvió el insulto.

—¡La calle es propiedad pública!

Y se rio con ganas y gusto, con esa carcajada sonora que John solo había escuchado entrecortada por la mala señal del internet.

—No sabes cuántas ganas tengo de besarte, Alex —le susurró cuando ya estaban a unas calles de su casa—. Y lo haría, si...

—¿Si no existieran idiotas como el de hace rato? —enarcó una de sus cejas y sonrió de forma divertida.

Sus manos seguían juntas cuando cruzaron la calle y pasaron la manzana, eran como imán y metal, la compleja física los mantenía juntos, y como el agua, la simple química hacía que se llevaran bien y pudieran entender lo que el otro pensaba, incluso sin hablar, como lo que estaba ocurriendo en este momento frente a su casa. John presionó el timbre y Alex lo rodeó con sus brazos, dejando caer su bolso a un lado y empinándose un poco para llegar a los tentadores labios de su novio. Era una ofensa para quien creó esos labios, no haberlos besado apenas bajó del avión.

Alex había hecho una búsqueda exhaustiva en Google que le había dicho todo lo que necesitaba saber del estado de Carolina del Sur, lo que el internet no le había advertido era la precaución con la que John iba a hacer cada movimiento, era como si lo estuvieran grabando o tenía miedo de que fuera descubierto. Pero, en este momento, eso no parecía de gran importancia, no cuando podía tocar el cielo con una mano, ir al mismo infierno con la otra y mantenerse firme a la tierra con sus pies, porque así se sentía cuando besaba a Alex y después de los meses que habían estado separados, esta solo era la gloria y más.

No hasta que la puerta se abrió.

—Oh, Dios —la voz inconfundible de su madre lo haló de los pies y lo trajo de vuelta al instante en el que se encontraba, para nada parecido al paraíso que imaginaba cuando había estado besando a Alex—. ¡Jackie! No nos dijiste que salías de vacaciones del campus.

Alex miró a la mujer que los saludó con cordialidad, era la copia viva de John, rizos y todo, excepto los ojos y las pecas, esas seguramente eran herencia directa de los Laurens.

—Señora Laurens, un gusto —Alex extendió su mano y Eleanor por educación la estrechó, aunque en realidad quería abrazarlo y agradecerle por amar a su hijo.

Pero para eso, aún faltaba la aprobación de Henry.

—¡Huck! Ven a saludar a nuestro invitado.

Desde dentro de la casa, una voz autoritaria, expresó en respuesta—: Ya salgo, Ellie.

Antes de que el padre de John saliera, Alex ya estaba tragando saliva y esperando a que fuera tan sencillo como conocer a su esposa. La forma en la que John lo había descrito le hacía imaginarse a un hombre robusto, de unos cincuenta años, con el ceño fruncido o con marcas en el entrecejo por esta misma acción. Lo que vio cuando su figura apareció detrás de Eleanor, fue el mismo rostro de sus pesadillas.

—Papá, él es Alex. Empezará a estudiar Ciencias Políticas en unos meses, se graduó con honores, él es mi novio.

Henry pasó su mirada crítica, examinando cada una de las facultades físicamente visibles de Alex, evaluando la situación y determinando en la escala del uno al diez si...

—Alexander Hamilton, señor. ¿Qué piensa de la nueva política migratoria? —no necesitó de más, Henry esbozó una sonrisa y estrechó su mano con la de Alex.

El resto de la tarde se completó con bromas de las fotos de John de pequeño, las expectativas para lo que tenían planeado y una tentativa que John le dio a su padre para cambiar de carrera a biología. La respuesta no fue dicha de forma explícita, pero John pareció entenderlo cuando ofreció a Alex mudarse con él en un apartamento que había visto cerca del campus y Henry no dijo nada que negara la decisión.

—Sería un sueño hecho realidad, Jack —salió tan natural de Alex, que Henry levantó una ceja y escondió una mueca, que más parecía una sonrisa, debajo de su taza al sorber el agua fría que Eleanor le había servido.

Si su hijo era feliz, él no era nadie para impedirle continuar así.


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N/A Algo un poco sappy porque estos días han estado llenos de salvajismo y angst.

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora