Flor nocturna

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La reina de las estrellas era su flor favorita del jardín.


A lo largo del día permanecía encogida sobre sí misma, pero con la caída del Sol sus pétalos comenzaban a estirarse y extenderse como si despertasen de un profundo sueño. A pesar de llamarse así, no eran las estrellas ni sus luces parpadeantes las que le hacían desperezarse, sino el brillo de la Luna.


Cada noche la niña se asomaba al jardín para admirar su belleza antes de irse a dormir. Hasta que una vez, uno de los nuevos brotes no se abría. Por mucho que lo visitaste y se esforzaste por cuidarlo y mimarlo, cada noche se mantenía herméticamente cerrado al mundo.


La Luna se percató de la tristeza de la niña y ella misma sintió su pesar.


Conmovida, se propuso ayudar a la niña a conseguir su objetivo y hacer que aquella pequeña rebelde floreciese. Para ello la Luna se acercó todo lo que pudo a la Tierra y se esmeró, desvelándose para brillar más aquella noche. Puso tanto empeño que incluso continuó brillando mientras durante el nuevo día acompañaba en el cielo a su astro hermano, el Sol.


Sin embargo, la policía cósmica le llamó la atención y como castigo, el agente le obligó a pasar por un eclipse para compensar los niveles de luz que había sobrepasado sin justificación alguna. Era difícil hacer ver a las autoridades la parte humana de su acción y convencerlas de que la compasión fuese una excusa válida. De modo que la Luna se resignó y cumplió con su condena aquella misma noche.


En su confinamiento no pudo ver qué sucedió con la niña y las flores de su jardín. Tuvo que esperar a la noche siguiente para descubrirlo.


Se asomó con timidez, casi sintiéndose culpable por lo que podría haber ocurrido en su ausencia. Pero le sorprendió descubrir a la niña canturreando felizmente en el jardín.


Bajo la luz nocturna, las flores, incluyendo aquella que se resistía a abrirse, se mostraban en todo su esplendor y desfilaban mecidas por el viento. Pero la sonrisa de la niña resultó ser su mejor recompensa. Le costaba imaginar que aquello hubiese sido posible gracias a su insensata intervención, pero no se arrepentía en absoluto.


Para la niña ver por fin aquella hermosa florecilla fue un milagro. Para la Luna escuchar de nuevo la alegre risa de la pequeña fue un regalo. 

Flor nocturnaWhere stories live. Discover now