Hua Cheng ha vivido los últimos tres años con su novio extrañamente adicto a los bollos. Acoplar el estilo de vida simple y casi chatarrista de Xie Lian al suyo sofisticado, elegante y "amigo, si esto no es de primera mano ni siquiera quiero verlo" fue complicado los primeros meses. La actitud minimalista de Xie Lian contrastaba con su necesidad casi obsesiva de reciclar, y esto chocaba fuertemente con la costumbre de años de Hua Cheng de comprar cosas innecesarias, de colección y bonitas a un muy buen precio de las que se aburriría en tres meses.
Pero lo superaron.
Hua Cheng aceptó que a veces encontraría trastes en su alacena que había visto en la basura cuando salió al trabajo en la mañana y tendría visitas ocasionales de grupos de hombres peludos, hambrientos y maleducados a los que Xie Lian llamaría amigos de la universidad.
¡Hua Cheng jura por su ojo bueno que uno de esos famosos amigos de la universidad intentó asaltarlo el mes pasado!
Por su parte, Xie Lian se comprometió de todo corazón con el orden de la casa. Aunque estresante en un inicio, aprendió a convivir con la conducta higiénica fanática de San Lang, su rigurosidad para comprar objetos de buena calidad porque "lo barato sale caro, gege" y que mensualmente su novio gastaría más dinero en atender el cabello, uñas y piel de Xie Lian que lo que el gobierno invertiría en educación.
¡Pero esto realmente fue culpa de Xie Lian! Hua Cheng era un hombre vanidoso que cada poco tiempo se sometía a tratamientos de belleza y costosos viajes al spa. Durante una cena, alegó aburrimiento y sincera soledad durante estos tratamientos y aunque Shi Qing Xuan se ofreció a acompañarlo, la indirecta fue muy directa y Xie Lian se encontró acompañando a su novio al spa dos miércoles al mes. ¡Fue él quien aceptó en ir a fin de cuentas! Puede que doliera y dejara escozor con ronchas al final del día y una factura tan larga que a Xie Lian le daba gastritis de verla, pero Hua Cheng se veía encantador con el cabello recogido en una coleta alta, mascarilla de arcilla gris en el rostro pálido reposando en la piscina de barro natural mientras veían una telenovela con actores occidentales cuyo idioma Xie Lian no manejaba pero a Hua Cheng parecía encantarle.
Una vez, cansado del despilfarro de dinero, Xie Lian convenció a Hua Cheng de hacer el tratamiento de spa en casa. Masajes con aceites aromáticos, velas, telas rojas, música suave de fondo, mascarillas de arcilla y un baño de burbujas. Sería diez veces más íntimo y lo mejor: ¡Podrían follar mientras hacían eso! No fue un gran esfuerzo convencer a su pareja. Pero por supuesto, todo se fue al traste cuando, para horror de ambos, descubrieron que la pálida piel de princesa de Hua Cheng no podía ser tocada por cualquier arcilla barata de supermercado, y menos por esas que se vendían en cantidades industriales y al precio de un café.
Lo único bueno de esa horrible experiencia fue que en la sala de espera del hospital estaban transmitiendo la querida telenovela que ponía de tan buen humor a San Lang, y logró distraerlo de la comezón en sus bolas.
Esa noche, cuando regresaron a casa y Hua Cheng no lo echó para siempre de su vida, Xie Lian comprobó dos cosas: El amor de Hua Cheng era a prueba de estupideces y su paciencia la de un santo.
Eso no significó que los problemas cesarán por completo de su caótica vida en pareja.
Si no era Xie Lian trayendo una serpiente blanca a casa y llamándola Rouye, era Hua Cheng consiguiendo un gato gris y tuerto que mordía las pantuflas de Xie Lian. Si no era Xie Lian con exceso de trabajo, era Hua Cheng con mucho tiempo libre y en su mayoría solitario. Si no era Xie Lian arruinando los planes románticos de Hua Cheng con alguna situación potencialmente mortal, era Hua Cheng diciendo o haciendo algo ridículamente dulce, romanticón y cursi cuando estaban a punto de morir por dicha situación potencialmente mortífera.
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La bendición escarlata.
Fanfiction-Si, sobre eso...¡San Lang y yo nos casaremos en diciembre! Los cubiertos de su madre caen sobre la mesa con un ruido sordo y todos guardan silencio. Incluso Mei Nian Qing, que comía con entusiasmo, parece haberse atragantado con el tangyuan, todos...