la felicidad consiste en soportarse cotidianamente.

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Madre
No siempre estoy triste
No siempre las mariposas son sarcófagos de mi vientre.
No siempre el sol es un alambre eléctrico en mis intenciones.
A veces, escarbo mi nombre oculto en la tierra
y me llevo a un perro muerto como compañía.
Sonrío mostrando los dientes, que son de lobo viejo
que devoró a su manada, como subterfugio de supervivencia.
No siempre soy concha frígida que busca a un hombre.
Soy lirio abierto y lloroso que usa sus dedos
para descomponer al mundo en la psicodelia del amor propio.
Apunto flechas en contra de los árboles
para enseñarles que la humanidad puede destruir
/todo lo que no le duele/
No necesito que nadie me sane.
Todo cabe en el límite superficial de nuestras manos:
Si abres mi costado derecho, un animal salpicará tus ojos
con la sangre que consume de su mano.
Si abres mi costado izquierdo, una niña enseña a rezar
a un dios muerto de miedo.
La muerte exhala en esa vena y yo le inyecto clonazepam
para que siga pretendiendo su delirio de vida.
No siempre estoy triste, madre.
También puedo contabilizar mis óvulos
y parir el gesto cotidiano de la felicidad
casi como un aborto espontáneo.
Como un orgasmo que llega al rozar muy fuerte
una mano perdida en el transporte.
Después de todo, la felicidad
consiste en soportarse cotidianamente.
Se trata de entender que todo cabe
en el equinoccio y el ritmo circadiano
de la vagina.

Amarillo ansiedad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora