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El aroma de un Omega resultaba deleitar a muchos, es verdad. Cada uno en el mundo era peculiar. Pero, para Fox, Golden y Fred, era más que eso: al oler la fragancia de ese ojiazul, les producía una euforia inigualable e indescriptible. ¿Acaso era por vínculo de amistad que desde hace años tenían con Freddy?
Estaban seguros que si algún otro Omega tuviera exactamente el mismo aroma que el castaño, la sensación no sería igual, por muy exquisito que sea. Sin embargo, como Freddy era el que lo portaba, les fascinaba. Demasiado.

Y así como el ser Omega tenía ventajas, como atraer a Alfas o Betas sin siquiera intentarlo, portaba también el lidiar con gran parte de las personas más enfermizas quienes su pasatiempo se basaba en acosar e incomodar sin motivo alguno.

Eso era lo que más temía Freddy. Era como una cadena perpetua a la que estaba condenado, solo por existir. Y no podía evitar el ser visto como un objeto por la corrupta sociedad constantemente, porque lastimosamente, así funcionaba el mundo.

A menúdo envidiaba a las mujeres Omega, como Joy o su madre. Estas eran queridas por la sociedad. Sí, seguían siendo encantadoras, pero al ser comunes, la gente no se obsesionaba de una manera enferma con ellas.

No como...los Omegas macho.

Ellos pagaban los platos rotos. Por alguna razón, se los consideraba hasta más inferiores que las mujeres Omega. Su celo era mucho más exagerado: más urgido, más necesitado, más débil...

Además resultaba normal ver a una mujer sumisa y débil, ¿pero un hombre? Cada uno tenía su propio criterio ante eso, sea bueno o malo.

Podía decirse que eran como un valioso tesoro que no se encontraba fácilmente. Tan valioso, que algunos no sabían cómo cuidarlo y solo buscaban sacar provecho maliciosamente cuanto antes posible, porque habían muy pocos. Por esto, eran acosados hasta en la calle. Aunque eso dependía ya de qué tanta «atractividad» desprendían. Los traficaban, violaban. Una gran fortuna conseguían los depravados vendiéndolos en el mercado negro, ya sea para actividades sexuales, laborales o cualquier otra cosa degenerada que les favorezca y plazca.

Los Omegas macho a pesar de ser la especie que más sufría de todas, en unos lugares era muy querida y respetada, incluso ni tomada en cuenta (en el buen sentido), pero en la mayoría, los despreciaban por el hecho de pasar todo eso. Como dije, no en todos lados, claro, porque la gente que era educada adecuadamente en casa y lograba hacer simple sipnasis, solo buscaba proteger y satisfacer a estos pobres seres, los cuales se les complicaba valerse por sí solos.

Como tres jovenes Alfas que conocemos. Y ciertamente dos Betas también.

"Oye...¿Qué pasa por tu cabecita en la hora libre, trapeador?"

"Annie, en serio tengo miedo de ir al mundo de allá afuera sin compañía."

"¿A sí? ¿Por qué lo dices?" La cara bromista de la Beta se desvaneció levemente. Freddy suspiró, jugando con un lápiz en sus manos. "Es que me puse a pensar y...la maldad de las personas...llega tan lejos; estoy seguro que no tiene límites. Y yo siendo un Omega, corro peligro hasta...en este momento." Expresó con gesto seco y le miró a Ann, su mirada decía todo por él.

Ella frunció el ceño. "No digas eso..." Hizo una pausa, creando un tranquilo silencio entre ambos, y retomó:

" Hizo una pausa, creando un tranquilo silencio entre ambos, y retomó:

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