Capítulo 15: Orígenes.

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Fue por la década de los cuarenta cuando leones y búfalos se conocieron. La historia de esta alianza no fue del todo perfecta y agradable. En las anécdotas escritas se detallan días, meses y hasta años violentos. Dichas memorias junto con las historias de los primeros leones y los primeros búfalos, sus hazañas y sus héroes más relevantes, se encuentran en los libros publicados por miembros de las propias manadas. Es necesario aclarar que las manadas pertenecientes a la mansión no fueron las únicas familias de búfalos y leones que existieron, pero si fueron las que iniciaron el conflicto.
El origen de los leones fue gracias a la llegada de un guerrero misionero que se instaló en la ciudad en aquella época. Fue enviado desde uno de los ejércitos de la luz nacidos en norteamérica.
Eran años donde la oscuridad gobernaba en su mayoría, macabras criaturas conocidas como "idolums" tenían bajo control al país entero, su cuerpo está formado de piedra lo que las hace difíciles de vencer. El propósito de los idolums es desviar la adoración hacia ellos alejando a las personas del Dios verdadero, al capturar la atención, imponen leyes que esclavizaban a la nación.
Los soldados del reino de Dios eran minoría, no obstante, tenían el coraje para adentrarse en las terribles batallas y la inteligencia para diseñar estrategias con las que pudieron reducir a sus adversarios.
Él misionero había tenido éxito durante los diez meses que llevaba en la ciudad, había formado un grupo de alrededor de ciento veinte guerreros, incluyendo mujeres y niños.
Los Quintana eran cuatro hermanos que se habían unido a la causa, uno por uno fue encontrando la verdad y decidieron hacer parte de la milicia de la luz.
El primero en conocer al misionero fue el Quintana mayor. Era un hombre de casi treinta años, muy conservador y celoso por cuidar las tradiciones. Una tarde mientras caminaba por la calle cerca de su casa vio al misionero hablando de Dios, no supo si fue por la manera curiosa de pronunciar las palabras o por el mensaje que daba, el caso es que se quedó oyendo al americano. Cuando oyó que mencionaba cosas que no compartía se molestó y comenzó a injuriar al misionero. El hombre de Dios no se alteró, intentó responder lo más sabio posible. Para la mala suerte de Quintana, el misionero vivía cerca y se lo encontraba todos los días al pasar por la calle y seguía viéndolo proclamando su fe. Ese asunto le quitaba el sueño y sintió que era su deber defender las costumbres y evitar a toda costa que invasores como el estadounidense vinieran a traer enseñanzas contrarias, el hombre se aferraba a los idolums y ellos lo controlaban.
Cual sería su sorpresa cuando su hermano más pequeño, de diecisiete años,  llegó a la casa diciendo que se había convertido en un guerrero de la luz. Quintana se encolerizo y supo que todo era obra del misionero. Las amenazas no sirvieron para apartar al hermano menor de sus nuevas creencias. El hombre estuvo días oponiéndose a lo que su hermano le decía y se armó de un grupo de amigos que lo acompañaron a protestarle al misionero. Pero nada parecía servir, el americano seguía compartiendo su mensaje y llamando la atención de unos cuantos.
Fue después de casi cinco meses que el Quintana mayor no pudo más sino rendirse a la presencia de Dios. Aceptó a regañadientes la invitación de su hermano a una reunión y fue pensando en levantarse en medio del evento para lanzar un discurso en contra,  sin embargo, Dios tenía otro pensar; lo que vivió el hombre aquel día no pudo describirlo, solo supo que su percepción había cambiado.
La llegada del tercer hermano Quintana, el segundo en orden de nacimiento, fue más fácil, no obstante, antes de ello el hombre tuvo que tomar decisiones trascendentales. Él había escogido dedicar su vida al servicio de Dios, formado en la institución religiosa desde niño, conocía la palabra y seguía las órdenes al pie de la letra. El cambio de vida de sus hermanos lo inquietó y a pesar de su temperamento fuerte no se levantó con agresividad. El misionero tuvo la oportunidad de conocerlo gracias a sus hermanos. Hablaron en varias ocasiones de la biblia, de la fe, de las tradiciones. Les daban horas debatiendo de cada asunto y a medida que iban más profundo, Quintana se convencía de seguir el mismo camino de su hermanos. Abandonó todo lo que conocía, renunció a su camino de vida perfectamente trazado desde un principio y se entregó por completo al nuevo destino que Dios le mostraba, no le importó lo desconocido de la decisión, simplemente,  servir a Dios había sido su pasión desde mucho antes y ahora sabía que lo haría verdaderamente.
Por último, el último hermano, el tercero de todos. Él era un joven rebelde, la oscuridad lo tenía atado al alcohol. Se había convertido en un carga para sus hermanos. Luego de batallar en oración y de enfrentarse a las tinieblas, lograron salvarlo. El joven había probado todos los placeres pero fue hasta que llegó a Dios cuando encontró la plenitud. Su transformación fue un testimonio del amor de Cristo.
Era una tarde de un sábado cualquiera en la casa del misionero. Treinta de los soldados, hombres y mujeres, entre ellos los Quintana, recibían las instrucciones que le ayudarían a combatir contra las tinieblas. Culminado el mensaje, el misionero y todos los presentes en un mismo sentir clamaban al cielo para que la presencia de Dios descendiera y los revistiera de poder. La ferviente oración surgió efecto. Estaban allí, entregados a la adoración, cuando el Espíritu Santo cayó sobre ellos. Los guerreros estaban envueltos en una atmósfera de gloria, cada uno perdido en su propia experiencia sobrenatural. Dios había preparado ese momento, había escogido esa tarde para derramar su presencia y hacer un llamado especial. Los treinta valientes estarían por recibir el mismo poder. El primero en percibir lo que estaba pasando fue el mayor de los Quintana, luego uno a uno comenzó a vivirlo. Los ojos tomaban un color naranja y la pupila se hacía más pequeña, las palabras se convertían en suaves rugidos, los oídos se agudizaban y las uñas comenzaban a crecer. A ninguno le importó perder el control. Se movían de aquí para allá, se postraban y se volvían a levantar, les era imposible contener lo que estaban viviendo. El Espíritu Santo vino sobre el misionero y puso palabras en su boca, el hombre las proclamó extasiado:

NxtWave: El ejército de la montaña. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora