Detrás de la puerta blanca, en una camilla, conectada a varios aparatos, Tessa se sorprendió al verme entrar. Tal vez creía que nadie podía domar mi carácter, sin embargo, Henry siempre se salía con la suya. No supe qué hacer.
Mi madre había sido una mujer sumisa, jamás alzó la voz para decirme que no lo hiciera o para defenderme. Sin embargo, recuerdo que solíamos quedarnos solas en casa y ella cocinaba para mí, mirábamos televisión y peinaba mi cabello. Me cuidaba, con amor. Lo intentó mucho tiempo, pero protegerme jamás fue algo que logró. Ambas teníamos deudas la una con la otra, quizás yo le debía un abrazo y un "lo siento". Me salía mucho más fácil enojarme y huir que aceptar que yo también pude haber hecho mal las cosas.
Tessa había sido una mujer violentada, golpeada, chantajeada. No tenía independencia económica ni un trabajo fijo. Hizo lo que pudo conmigo, hasta que francamente, la dejé sola viviendo en el enemigo.
Verla enferma, tendida en la cama de una clínica, me dio culpa. Me acerqué a ella y no vacilé en abrazarla, porque no tenía palabras para decirle. Sus brazos me cobijaron rápidamente, el latido de su corazón junto al mío era el universo diciéndome que aquella paz fue la que siempre me hizo falta, que si me sentía sola en los brazos de mi madre, junto a su pecho, la soledad se volvía un problema minúsculo.
Lloré, sin decir nada aún. Iba a perderla, esta vez sí iba a quedarme sola y desamparada.
—No llores, cariño —murmuró mi madre acariciando suavemente mi espalda.
—Lo siento.
—Yo lo siento, nena —susurró—. Ya no llores.
—No vas a morir, mamá —aseguré contra su pecho—. Henry me ayudará, podemos conseguir el mejor médico del mundo.
—No es por dinero, Sharon —me informó desalentándome, intentaba ser dulce conmigo—. Está demasiado avanzado el cáncer, no hay nada que podamos hacer. Sería en vano, nena.
—Vas a dejarme sola, otra vez —musité mientras me quedaba de pie a su lado. Sentía el peso del mundo sobre mis hombros.
—Nunca te dejé sola, mi niña —me aseguró—. Nos distanciamos, sí. Pero te busqué siempre, Sharon. Te amé todos los días con todas mis fuerzas y oré para que nada te sucediera.
Salí de la habitación con el corazón estrujado. Ni siquiera tenía fuerzas para seguir llorando. En silencio, Henry se encargó de abrazarme y volvimos con el paso lento al estacionamiento. No me preguntó nada, respetó mi silencio incluso en el camino de regreso al departamento.
La ciudad oscurecida por la caída de la noche parecía moverse más lenta, o tal vez era yo que me sentía más gris que el día en sí. Por tramos parecía que llovería, pero solo eran unas pocas gotas que mojaban los vidrios del auto, me concentraba en seguir su rastro para no pensar en nada más. No quería pensar más, si tan solo pudiésemos apagar nuestro cerebro para dejar de sentirnos triste, la vida funcionaría mucho mejor.
—¿Te quedarás conmigo? —le pregunté a Henry cuando se detuvo debajo del edificio.
—Sí.
Ninguno de los dos necesitó hablar más. Subimos al departamento, mientras me daba una ducha, él se encargó de cocinar y mientras me vestía decidió que podíamos cenar en la cama. Sabía que era su manera de consentirme. Frente a frente, nos mirábamos de vez en cuando oyendo de fondo el murmullo del televisor.
—No tengo nada que perdonar, Sharon —me aseguró irrumpiendo el silencio—. No creo poder alejarme de ti.
—No pensé que íbamos a terminar así cuando me metí con él —me sinceré.
—Sólo necesito que me prometas algo —me anunció. Asentí suavemente—. Desde hoy dejarás de estar a la defensiva conmigo. Déjame quererte, sin que deba pagar por ello —añadió para sonreír luego.
—Haré mi mejor esfuerzo —le aseguré.
Volvimos a enredarnos esa noche, porque las manos de Henry en mi cuerpo me encendían, así sin más, sin esfuerzo. Nos besamos hasta gastarnos los labios, hicimos el amor hasta estar extasiados, y es que lo había extrañado con todas mis fuerzas. No me interesaba nada más en el mundo si no podía tocar la piel tibia y suave de Henry bajo las sábanas, sentir sus brazos abrazados a mi cuerpo reteniéndome junto a él justo antes de dormirnos era lo único que necesitaba para volver a sentirme viva.
Si creía que el amor de Lindsay me había tirado al abismo, el amor que sentía por Henry me consumía desde lo profundo de las entrañas.
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Pago por Amarte
RomanceSharon, una mujer que decide huir de su vida y prostituirse, se encuentra con un hombre decidido a sacarla de allí. Envuelta en un crimen y con un pasado que no deja de lastimarla, Sharon Williams decide aceptar el dinero de su nuevo amante, porque...